GA137.c9. El Hombre a la luz del Ocultismo, la Teosofía y la Filosofía

Christiania, 11 de junio de 1912

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Mis queridos amigos,

Ayer hablamos de cómo el alumno del ocultismo se encuentra con Lucifer y con la muerte, y señalamos que si la situación se experimenta correctamente, el alumno debe haberse dejado en la vida ordinaria en la Tierra el recuerdo del yo o el pensamiento del yo. Vimos también como el hombre de hoy en día encuentra ayuda en este punto si en la Tierra ha sido capaz de recibir el Impulso de Cristo. Y mostramos cómo el Ser que llamamos Cristo se distingue de otros fundadores de la religión ya que no podemos hablar de Él como de un hombre que fue iniciado en la Tierra, sino que el Ser de Cristo trajo con Él todas las fuerzas con las que estuvo trabajando durante los tres años de Su estancia en la Tierra. Esto significa que cuando el Ser de Cristo se hizo hombre, ya estaba en condiciones de hacer ese gran sacrificio, pues para Cristo fue un gran sacrificio hacer uso en un cuerpo humano de fuerzas específicamente humanas. Él manifestó y expresó su conexión con lo divino completamente a través de las fuerzas humanas.

Es esta característica de la vida de Cristo la que se marca como absolutamente sin paralelo. Si quieren comprender con los poderes ordinarios del alma humana —no digo creer, sino comprender— al fundador de cualquier religión, encontrarán que primero es necesario conocer las etapas de su iniciación, porque querrán elevarse a una comprensión de la iluminación particular que fluyó del mundo superior a esta personalidad humana. Esto es lo que se tendría que hacer, por ejemplo, en el caso de Buda. Deben estudiar su iluminación bajo el árbol Bodhi, y llegar a tener una cierta comprensión de cómo pudo suceder que a los 29 años una inspiración entrara en su vida, como lo hizo con Buda bajo el árbol Bodhi. Cuando hayan hecho el esfuerzo para lograr este entendimiento, entonces, si lo piensan, también serán capaces de reconocer algo que se desprende de ello, aunque al principio pueda parecer extraño. Ustedes verán que no sólo deben entender a los grandes fundadores de las religiones conociendo los métodos y las etapas de la iniciación, sino también a los Evangelistas y  a San Pablo.

Si quieren entender a los Evangelistas que escribieron los Evangelios por inspiración, entonces deben ver primero cómo las grandes individualidades ocultas detrás de los nombres de Mateo, Marcos o Juan fueron capaces de llegar a las cosas que están escritas en los Evangelios. Con este fin hemos emprendido, como ustedes saben, un estudio minucioso de los Evangelios, que nos ha permitido percibir lo que en realidad se había perdido hacía tiempo, es decir, que los Evangelistas decían la verdad.

Sin embargo, si queremos entender al Cristo, no necesitamos todo esto. El Cristo puede ser comprendido por cada ser humano, puede ser entendido con los poderes más elementales del entendimiento humano. Es imposible que un hombre porque tenga poca cultura o muy poca educación no pueda entender al Cristo. Y esto es porque el Cristo trabaja con fuerzas que son puramente humanas, lo que Él era, mientras que las comunicaciones de los otros fundadores de las religiones descansan en lo que han visto en los mundos superiores. Por lo tanto y en verdad, se puede decir siempre y cuando la declaración no se tome con un espíritu trivial, que el Cristo fundó la religión para el más simple de los seres humanos, una religión que es accesible a toda inteligencia y entendimiento.

La relación de Cristo con los mundos superiores, —que por supuesto sólo se podía captar mediante la iniciación— ya no es necesario ser un iniciado para comprenderla. Ayer hice el esfuerzo de dejar claro el inmenso servicio hecho por el Cristo al discípulo del ocultismo. Cristo le da los medios para que pueda recordar su yo cuando está en los mundos superiores. Sin el Impulso de Cristo esto no hubiera sido posible. Cristo se convierte así en un ayudante en la iniciación del tiempo moderno y lo será cada vez más para los alumnos del ocultismo. A medida que el hombre avance en sabiduría, se hará consciente de cuán profunda es su necesidad de Cristo. Cristo está allí para el más simple de los hombres; por otra parte Él también está allí para aquellos que necesitan más y  más sabiduría, y otra vez más sabiduría. Esa es la naturaleza del Cristo, y está conectada con todas aquellas cosas de las que estuvimos hablando ayer.

De esto se deduce que cuanto más progresa la evolución del hombre, más comprensión habrá del Cristo. El entendimiento crecerá y se extenderá. Habrá un número cada vez mayor de personas que reconocerán que, aunque hay una justificación completa para decir que Cristo está allí para todos, incluso los más simples y humildes, y que todos pueden encontrarlo, Él está al mismo tiempo también allí para aquellos que están bajo la necesidad de saber, de aquellos que sienten un profundo imperativo interior de seguir a la sabiduría.

Dejemos de momento este pensamiento y volvamos al encuentro del que hablamos ayer. Primero, el encuentro del hombre con Lucifer. Lucifer, como vimos, nos muestra en lo que nos hemos convertido en el paso de las encarnaciones y ayer encontramos que la forma o figura que Lucifer nos muestra es bastante desagradable. Aprendimos de Lucifer en qué nos hemos convertido bajo su influencia durante la evolución de la Tierra Es importante que el alumno aprenda esto de la manera correcta y no permanezca en el punto donde Lucifer le muestra lo que ha adquirido a través de los Dioses diciéndole: «Es tu forma destructible! Lo que has adquirido a través de mí es la inmortalidad!» —¡Y entonces esa forma inmortal se muestra muy desagradable! El alumno no debe detenerse allí. Cuando uno contempla el camino de la iniciación del que estamos hablando nos sobreviene el sentimiento de que Cristo no sólo puede ayudarnos de la manera que describimos ayer, sino que también puede ayudarnos a cambiar esa forma. Esto requiere, sin embargo, que el hombre se resuelva a permanecer fiel al Impulso de Cristo, no perderlo nunca, esforzándose siempre por entenderlo cada vez más. De ahí que nada pueda disuadir a los seguidores de los Misterios modernos de su adhesión al Impulso de Cristo.

Volvamos ahora a nuestro estudio del hombre trino y recordemos cómo conectamos al Hombre Superior o Cefálico con el firmamento estrellado. Y os mostre como la figura conocida en el Antiguo Testamento bajo el nombre de Iahvé o Jehová da al hombre superior o cefálico una especie de compensación por lo que el hombre ha perdido en la Tierra, y este don de Iahvé puede ser considerado como que pertenece a la Luna. Resumiendo, de nuestro estudio de estas conexiones, podemos decir: El hombre cefálico está en cierto modo coordinado con la Luna, mientras que el hombre medio o torácico, que lleva el corazón en su ser, como vimos, está en cierto sentido coordinado con el Sol. En consecuencia, podemos formarnos una idea de lo que los Templos de los Misterios han entendido siempre por la coordinación del hombre intermedio, el hombre que lleva en su corazón al Sol y al hombre que lleva en la cabeza, ya sea a todo el cielo estrellado o a la Luna.

Pero ahora Lucifer también ha tenido su influencia en el hombre. Aun cuando llevamos en nuestro hombre torácico la influencia del Sol y en nuestro hombre cefálico la influencia de la Luna —como lo describí por la antigua clarividencia—, también llevamos en nosotros la influencia de otra estrella, y tenemos que pensar de la manera correspondiente sobre las fuerzas que irradian de esta otra estrella.

Imaginarán fácilmente que esta influencia debe ser de un tipo diferente de la influencia del Sol o de la Luna. La influencia de la Luna todavía funcionaba en tiempos antiguos con tal efecto que la clarividencia humana tomó su curso en un período de 28 días. En el transcurso de 28 días el hombre se sentía ahora en una condición de más clarividencia y después en otra de menos clarividencia. Esta era una influencia que se podía percibir directamente. Las influencias del Sol son obvias. No tendremos que perder muchas palabras sobre el hecho de que todo el hombre medio depende del Sol; Lo que se dijo en la última conferencia debe bastar. La influencia de la tercera  —que se encuentra en la región que nos aparece en la iniciación como la región de Lucifer— obra por otro lado de una manera espiritual.

Aquí ya no podemos hablar de una influencia que sea fácilmente evidente. Muchas de las influencias incluso de las de la Luna pueden ser descreídas en este tema; aun así todavía hay personas que hablan de una influencia de la luna sobre la naturaleza del hombre. En cuanto a la influencia del Sol, nadie negará eso. No hace falta decir, sin embargo, que las influencias de otras estrellas ya no son admitidas por los materialistas. Deben repudiarlas necesariamente, porque son espirituales y no puede admitir la influencia de las fuerzas espirituales. No obstante, es un hecho que, al igual que en el hombre superior, la conexión con la Luna y en el hombre medio la conexión con el Sol, también las influencias de Venus están conectadas con la forma del hombre que se nos presenta cuando cruzamos el umbral de la iniciación. Estamos hablando ahora de la estrella que los astrónomos de hoy llaman «Venus».

Venus es así el reino de Lucifer. Al principio, aprendemos a través de la iniciación que el hombre inferior, el hombre al que llamamos el tercer hombre de siete miembros, es esa parte de toda la naturaleza del hombre que ha sido repartida por los Dioses superiores al reino de Lucifer. Pero Lucifer, por un método del cual hablaremos más adelante, adquirió dominio sobre todo el ser humano, así como Iahvé o Jehová también tomó posesión de la totalidad del ser humano.

Si quieren tener un cuadro completo del trabajo de Iahvé o Jehová, entonces tendrán que verlo de la siguiente manera. Tomen primero el hombre cefálico tal como se ha comprendido de las conferencias anteriores. En la cabeza del hombre trabaja el poder de Jehová que corresponde a la Luna Nueva, la Luna que está despojada de luz, la Luna que no irradia la luz del sol hacia la Tierra. La luz física que se refleja desde la Luna —que, por otra parte, debe ser considerada como la influencia de las fuerzas de Jehová que proceden de la Luna— al hombre inferior, o metabólico, el tercer hombre. De modo que, dejando de lado al hombre torácico, encontramos, trabajando en el hombre metabólico o inferior, las fuerzas de Jehová que corresponden a la Luna Llena. El hombre medio o torácico recibe, como sabemos, las fuerzas del Sol; aunque como veremos después, las fuerzas de la Luna también trabajan allí. Las fuerzas de Jehová han obtenido de este modo una especie de dominio sobre todo el ser humano. Ellas trabajan en períodos alternados sobre el hombre cefálico y sobre el hombre metabólico, la influencia en el hombre cefálico corresponden a la Luna Nueva, y la influencia en el hombre metabólico a la Luna Llena.

No creo que nadie dude de lo que acabo de decir, si se ponen a considerar el significado que se atribuye en la antigua fe hebrea, en el antiguo ritual hebreo, al festival de Luna Nueva. Estudien los festivales de Luna Nueva e investiguen los sentimientos que los hombres tenían acerca de ellos en tiempos del Antiguo Testamento; y estarán preparados para conocer lo que se ha dicho con inteligencia y comprensión. Las influencias correspondientes de las fases intermedias de la Luna —la luna creciente y la luna menguante— trabajan sobre el hombre torácico. Y ahora deben considerar además que así como la Luna  —es decir, el Espíritu de la Luna, Iahvé o Jehová— trabaja sobre el hombre en la totalidad de sus tres miembros, también lo hace el Sol, pero sobre todo en el hombre torácico; De ahí que las influencias del Sol se difundan en todo el ser humano. Tenemos en consecuencia dos fuerzas cósmicas que trabajan activamente en el ser humano de una manera ordenada y regular.

De Lucifer aprendimos que su reino es Venus. Las fuerzas que encuentran su símbolo físico en la luz de Venus brillando sobre nosotros como Estrella de la mañana o de la tarde, los rayos físicos de Venus que son enviados al espacio cósmico, —son el símbolo de la influencia de Lucifer sobre el hombre, Lucifer no está confinado a trabajar en el hombre inferior. Si lo hubiera hecho, sólo tendría influencia cuando Venus brilla con su esfera de luz, como en Luna Llena. Pues sabemos que Venus tiene fases como la Luna, —Venus creciente, Venus llena y Venus menguante. Los «cuartos» trabajan en el hombre torácico como los «cuartos» de la Luna. La Venus que trabaja espiritualmente, trabaja en el hombre cefálico. Podemos, por lo tanto, ver en el trabajo conjunto en los cielos del Sol, de la Luna y de Venus, una expresión de lo que con respecto al hombre son funcionamientos espirituales. Tomen nota, una expresión de lo que está en el espíritu del hombre.

A medida que el gran Espíritu del Sol obra en relación con el Espíritu de la Luna, es decir, con Iahvé o Jehová, también Lucifer, que siempre está activo en la naturaleza humana, trabaja en relación con estos dos. Si quisiéramos describir por medio de una imagen la ley de su cooperación, no podríamos hacerlo mejor que mirando las constelaciones en los cielos del Sol, de la Luna y de Venus. Como es la relación de estos tres entre sí, ya sea que estén en oposición, o se fortalezcan o se debiliten unos a otros, como cuando uno está frente al otro y lo eclipsa, también lo es en la relación entre estos tres poderes espirituales en el hombre.

La influencia del Sol puede desarrollarse más particularmente en el hombre cuando no está afectada ni por la Luna ni por las fuerzas de Venus. Sin embargo, también puede suceder que las fuerzas del Sol —las fuerzas que están en el hombre torácico,  en el corazón— sean eclipsadas por la Luna, las fuerzas de la cabeza y los eclipses pueden ocurrir también por la acción de Lucifer, es decir, de Venus. Como saben. Hay momentos en los que Venus pasa delante del Sol en el espacio cósmico. Así, la conexión de la trinidad interior en el hombre —el Espíritu del Sol, el Espíritu de la Luna y el Espíritu de Venus o Lucifer— se simboliza en el espacio cósmico y se expresan en la constelación de Sol, Luna y Venus.

Al ver que pudimos dividir toda la forma humana y conectar sus partes y miembros con ciertas estrellas fijas, ciertos Signos del Zodíaco, ahora no será difícil comprender que puede existir una relación entre estas tres Estrellas en el hombre —es decir, las tres grandes potencias espirituales en el hombre— y los diferentes miembros de la forma humana. Tenemos que reconocer, por ejemplo, una fase particularmente significativa de esta relación cuando el corazón en el hombre medio, o más bien cuando los poderes del corazón, los poderes del Espíritu del Sol en el hombre torácico, ejercen su máxima influencia. En el hombre intermedio, recordarán ustedes, vimos la inscripción del signo de Leo. Por lo tanto, podemos decir que cuando el Sol ejerce sus fuerzas especialmente sobre ese miembro de la forma humana al que simbolizamos con el signo de Leo, entonces está presente en el hombre una notable constelación. Otra notable constelación está presente cuando las fuerzas de Jehová están especialmente desarrolladas en su carácter espiritual, digamos, en el Signo de Aries, que significa la postura erguida, o en el Signo de Tauro que denota, como ustedes saben, la dirección de los órganos con el propósito de producir el habla. Pues estas son las partes de la forma humana que necesariamente tienen una relación original y peculiarmente profunda con las fuerzas de la Luna. Cuando estos miembros de la forma del hombre están muy desarrollados, entonces denota una constelación particularmente favorable para el ser humano.

Ahora podréis discernir en qué consiste el principio fundamental, la esencia real de la astrología. Ciertamente, no tengo la intención de profundizar en el tema de la astrología en estas conferencias —no habría tiempo—, pero quiero llamar la atención sobre su verdadera naturaleza. Podemos ponerlo en muy pocas palabras. Vean, el hombre, tal como se presenta ante nosotros con su triple forma de siete miembros, está en conexión y armonía con las Potencias espirituales correspondientes a los reinos cósmicos. Pues como las fuerzas del Espíritu del Sol que trabajan en el hombre corresponden al Espíritu del Sol, las fuerzas de la Luna corresponden al hombre de la cabeza, y al tercer hombre las fuerzas que se distribuyen sobre todo el ser humano de la misma forma que existe una correspondencia entre los diversos miembros de la forma humana y las estrellas fijas, de modo que sus signos pueden atribuirse a estos diversos miembros de la forma humana. Y tenemos delante de nosotros al hombre, completo en su forma física. Ahora bien, la influencia procedente de las potencias que trabajan desde estas direcciones no esta activas sólo cuando la forma humana se formo por primera vez, ha continuado a lo largo del tiempo y siguen activas actualmente. Y vemos el funcionamiento de esta influencia en el hecho de que el destino del hombre puede ponerse en conexión con las constelaciones de las Estrellas, así como tuvimos que conectar con las constelaciones de las Estrellas lo que el hombre ya ha llegado a ser. Si era favorable para la organización del hombre que sus fuerzas solares cooperaran con los miembros de su forma a la cual atribuimos el Signo de Leo, también será auspicioso hoy por ciertas cualidades y características en él si algún momento importante de su vida, especialmente el momento del nacimiento, cae cuando el Sol está en el Signo de Leo, es decir, cuando el Sol cubre a Leo, de modo que estas dos fuerzas se refuerzan mutuamente o se influyen de alguna manera entre sí. Pues lo que del hombre de hoy está escrito en los espacios celestiales, en la escritura de las constelaciones de las Estrellas, también está escrito lo que está por venirle. Este es el fundamento de la verdadera astrología. De lo que estamos considerando podrán deducir que en realidad sólo necesitan conocer el ocultismo para obtener al mismo tiempo el principio de la raíz de la astrología. Esto se mostrará con más claridad a medida que pasemos a describir la segunda etapa de la iniciación.

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Hemos visto que para alcanzar la primera etapa de la iniciación es importante que el alumno parta de la forma humana tal y como se presenta a la vista. Para la siguiente etapa tiene que elegir otra cosa como su punto de partida, es decir, el movimiento interior del hombre. Observen cuidadosamente la distinción:

Primera etapa: partir de la forma humana.

Segunda etapa: Comenzar mejor desde el movimiento interior del ser humano.

Consideremos ahora un poco, como antes hemos considerado la forma o figura del hombre, los movimientos que tienen lugar dentro de él. Tenemos ante todo un movimiento que, si bien en la vida posterior el hombre apenas lo realiza, ha sido llevado a cabo por él con toda su fuerza, de lo contrario seguiría siendo una criatura de cuatro patas, obligada a arrastrarse por el suelo por el resto de su vida. El hombre realiza un movimiento que hace que del gateo pase a ser un niño erguido. Pues el hombre no es meramente un ser recto en su forma, es un ser que en un momento de su vida se incorpora. De modo que el primer movimiento interior que el hombre realiza —porque es un movimiento interior— es el movimiento de elevarse a la posición vertical.

El segundo movimiento interior también lo adquiere desde niño, aunque este movimiento sigue utilizándose durante toda la vida. Es el movimiento de habla, el movimiento de la vida interior que tiene que realizarse para que surja la «palabra». Pueden entender que es necesaria toda una suma de movimientos internos para que la palabra pueda ser expresada. Hay, sin embargo, otro movimiento, más oculto, que también se aprende en la primera infancia. Podemos decir que el hombre aprende ambos movimientos a la vez. Aunque de hecho, aprende el movimiento de «hablar» antes que el otro. (Ustedes encontrarán una explicación más exacta y detallada de todo esto en mi pequeño libro La Educación del Niño desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual). Tenemos, pues, dos movimientos interiores que el hombre aprende y que ya realiza durante toda su vida. Del movimiento del habla somos muy conscientes. Todo el mundo sabe que lo hace. Pero no todos saben que cuando él piensa, está ocurriendo todo el tiempo en su cerebro un movimiento delicado. Descubrir esto requiere un poder de observación bastante fino y sutil. No inferir que estoy hablando de materia cuando hablo de un «movimiento». Movimiento hay, sin duda; sólo que es efecto, no causa. Tenemos, pues, aquí dos movimientos interiores, el movimiento del pensar y el del hablar.

Si continuamos más allá, descubrimos como el siguiente movimiento importante el movimiento de la sangre. Este es uno de los movimientos que necesariamente debe tener lugar para que el hombre sea hombre. (La secuencia es aparentemente bastante arbitraria, pero eso no tiene que molestarles.) El quinto movimiento, que ya debe estar allí para que el movimiento de la sangre tenga lugar, es el movimiento de la respiración. Este es un movimiento específico con una existencia propia, independiente, distinta del movimiento de la sangre. Como dije, la secuencia es algo arbitraria. Podríamos, por ejemplo, como se insinuó, intercambiarlos en segundo y en tercero, pero eso no tiene sentido; Aquí de nuevo podríamos poner el aliento ante el movimiento de la sangre, y si estuviéramos considerando más especialmente los pulmones, ciertamente tendríamos que hacerlo. Si, sin embargo, estamos buscando más bien el origen de los movimientos, entonces debemos tomarlos en la secuencia que he dado; Porque, sobre todo en el caso del ser humano masculino, el verdadero centro y origen del movimiento de la respiración está en el diafragma, y éste está debajo del corazón. Cuando, por lo tanto, nuestro objeto es construir una secuencia desde el punto de vista del origen, no tenemos más remedio que tomar los movimientos en la secuencia que he dado.

El sexto movimiento —todavía estamos hablando de movimientos dentro del cuerpo que son necesarios para la vida— es uno que ciertos órganos internos tienen que realizar; Podemos resumirlo en un término general y lo llamaremos movimiento glandular o movimiento de conductos o canales. Los conductos en el cuerpo del hombre deben estar en perpetua actividad, perpetuo movimiento interior, para que el hombre se mantenga con vida. Por ciertas razones que tomaría demasiado tiempo para explicar, prefiero llamarlo simplemente movimiento glandular.

Para que se produzca el séptimo movimiento, ya no se trata simplemente de conductos o glándulas particulares que se mueven para secretar algo que el ser humano requiere dentro de sí mismo. El séptimo es un movimiento realizado por todo el cuerpo como tal, y se lleva a cabo cuando la Naturaleza ha puesto todo en marcha para que nazca un nuevo ser humano. Lo que tenemos aquí es realmente una suma total de todos los movimientos del cuerpo. Mientras que en otros movimientos del conducto o de la glándula tenemos el movimiento de una sola parte del cuerpo, en el caso del movimiento de la reproducción tenemos una clase de acto de secreción realizado por el ser humano completo. Y lo mismo es cierto si hablamos del cuerpo masculino o femenino. Es siempre una secreción realizada por la totalidad del ser humano. Este movimiento lo llamamos el movimiento de la reproducción.

Si los siete movimientos que hemos descrito se comprenden correctamente, entonces con ellos agotamos los movimientos interiores del hombre. Los otros son movimientos exteriores. Cuando el hombre mueve sus pies o sus manos, eso es un movimiento exterior. Los movimientos interiores el hombre los trae con él cuando llega a la Tierra, aunque de hecho la Tierra, los va transformando. Y así como tuvimos que referir la totalidad de la forma del hombre a las estrellas fijas del Zodiaco, y conectar los Signos del Zodiaco con los diferentes miembros de la forma humana, ahora encontramos que estos diferentes movimientos tienen su fuente en todo el Sistema Planetario. De nuestro sistema planetario tenemos que derivar estos siete miembros de lo que podríamos llamar el hombre de movimiento interior. Y puesto que la relación de estos movimientos entre sí corresponde a la relación de los planetas de nuestro sistema planetario, también podemos designar estos diversos movimientos con los Signos que pertenecen a los planetas, así:

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Tengo algo que decir algo sobre el movimiento de la sangre. Este movimiento entra en contacto con lo que hemos aprendido anteriormente a reconocer como el centro de los órganos que pertenecen al hombre intermedio, el «plano de las operaciones» como lo es para el Espíritu del Sol. Así, el movimiento de la sangre, que tiene su centro en el hombre medio, debe ponerse en relación con la fuerza más importante del hombre medio, y tenemos que designar este movimiento de la sangre con el Signo del Sol. Al hacerlo, estamos pensando en el poder y la fuerza del Espíritu del Sol en la medida en que es una fuerza en movimiento. Podemos decir que como una estrella fija,  el Sol actúa sobre el hombre medio como un todo, por otra, que ejerce sus influencias sobre los movimientos que dependen del hombre medio, como el movimiento de la sangre, como uno de los planetas.

Si hago uso de los signos que también son usados por los astrónomos de hoy empleando por lo tanto en este caso no la vieja terminología que fue alterada por Kepler, sino los nombres que son habituales en la astronomía actual – entonces el movimiento de la respiración puede Ser denotado por Mercurio, el movimiento de las glándulas por Venus y el movimiento de la reproducción por la Luna. Pues este último movimiento, localizado como en el hombre inferior, es de nuevo un movimiento que entra en contacto con la influencia del Espíritu de la Luna. Esta influencia aquí se encuentra y se combina con el movimiento interior del ser humano.

Tenemos, por lo tanto, en el ser humano, así como un triple hombre de siete miembros, otro hombre de siete miembros en las conexiones de los movimientos que tienen lugar dentro de él. El alumno debe esforzarse por distinguir los diversos movimientos dentro de él, antes de poder dar el siguiente paso en el camino. No lo encontrará fácil.

La forma humana la tenemos ante nuestros ojos, no así los movimientos interiores. Hay que hacer un esfuerzo especial para sentirlos. Debemos aprender a discernir cada uno por sí mismo. Debemos ser capaces de sentir interiormente, primero el movimiento de elevarnos verticalmente, luego el movimiento del pensamiento, el movimiento de la palabra —este es más fácil—, luego el movimiento de la sangre y —lo cual tampoco es difícil— el movimiento de la respiración. Tenemos que llegar a la sensación de los diversos movimientos que, por regla general, sólo detectamos en sus resultados, como, por ejemplo, cuando nos experimentamos primero como tumbados y luego nos ponemos de pie. Debemos aprender a sentir también de esta manera los movimientos de la secreción.

La facultad de discriminar los diversos movimientos que tienen lugar dentro de él es una necesidad absoluta para el alumno si quiere seguir progresando en su camino. Y si tiene que ver con estos movimientos lo que dije que tenía que ver con la forma humana, entonces, en vez de mirar la forma humana desde afuera, fijarla ante él y esperar la imagen final, debe esforzarse por sentirla interiormente, sentir el movimiento y la actividad que se desarrolla dentro de él, y luego, después de haberla fijado, por así decirlo, interiormente en el sentido corporal, mantener firme esta impresión, —como ayer tratamos de aferrarnos a la impresión de la forma humana. El alumno llegará entonces al punto de reconocer siete formas, donde ayer nos encontramos con dos. Encontramos, como ustedes recordarán, la forma de la muerte y la forma de Lucifer, y aprendimos que cuando recordamos el pensamiento de Cristo, entonces tenemos algo que podemos llevar al mundo suprasensible. Y ahora, cuando el alumno, por así decirlo, sale de su hombre de movimiento interior, se encuentra con siete formas. Empieza a conocer a siete Seres espirituales y sabe que estos siete Seres espirituales corresponden a sus propios movimientos internos de la misma manera que el Sol, la Luna y Venus corresponden a lo que hablamos ayer. Él llega a comprender que él mismo ha crecido fuera de nuestro sistema planetario y que como las estrellas físicas de los planetas están dirigidas por los Espíritus de los planetas, el hombre sólo es capaz, por ejemplo, de levantarse recto a través del hecho de que El Espíritu de Saturno prevalece en él, el Espíritu que tiene su escenario de acción en Saturno como Lucifer tiene el suyo en Venus. Sabe también que su movimiento de pensamiento tiene relación con el Espíritu regente de Júpiter, el movimiento del habla con el Espíritu director de Marte, el movimiento de la sangre con el Espíritu director del Sol, todo el movimiento del aliento con el Espíritu director de Mercurio, todos los movimientos glandulares con el Espíritu director de Venus y finalmente todo el movimiento de reproducción con el Espíritu director de la Luna. Él sabe, además, que todos estos Espíritus trabajan con y por medio del otro. Tienen su asiento, su base de operaciones, en el hombre, y un tipo de movimiento trabaja sobre el otro. El Espíritu de Saturno, por ejemplo, mientras obra principalmente con el movimiento de erguirse del hombre, participa indirectamente en todos los demás movimientos. Una situación significativa ocurre cuando el Espíritu guía de Saturno manifiesta sus fuerzas de una manera peculiar en el Signo de Aries o en el Signo de Tauro. Esto crea una situación muy importante.

Habiendo llegado así al reconocimiento de cómo los Espíritus rectores de los planetas están conectados con los diversos miembros del hombre del movimiento interior, ustedes podrán seguirme cuando digo que en la asignación de los Signos a los diferentes miembros estamos ya tocando el principio fundamental de toda auténtica astrología. Recuerden las conexiones que hemos estado considerando, y reconocerán que en ellas está inherente el principio de la verdadera y auténtica astrología, que no tiene otra fuente que el hecho grande y significativo de que el hombre nace del Cosmos, que el hombre es en verdad un epítome, un extracto del Cosmos.

Para comprender la forma del hombre tuvimos que ascender a las estrellas fijas; y también encontramos cómo la forma del hombre está influenciada por las fuerzas procedentes del Sol, la Luna y Venus. Hemos visto cómo la movilidad interior en el hombre se debe al funcionamiento de los siete Espíritus Planetarios. Siete Seres espirituales son así traídos a nuestro conocimiento. Y aquí descubrimos algo que tiene una importancia peculiar. Entre estos siete Espíritus está el Espíritu de Venus, a quien ya conocemos como Lucifer. Y el alumno ahora se enfrenta a una experiencia extraña y notable. Cuando da el primer paso en la iniciación encuentra a Lucifer; porque es Lucifer quien muestra al hombre la «forma» de la cual hablamos ayer, la forma o figura que el hombre mismo usa. El alumno encuentra a Lucifer como el Ser que le ha hecho parecer más feo; Y ahora, cuando conoce al Espíritu de Venus, vuelve a encontrarse con Lucifer. Pero esta vez Lucifer se ve completamente diferente. No es la misma figura que el alumno conoció antes. Sabe que es el mismo ser, pero Lucifer se muestra en dos formas distintas. Así, el alumno adquiere el conocimiento de que Lucifer puede manifestarse en dos formas. La primera vez que se manifiesta está en el cruce del Umbral (hablamos de él ayer), cuando llama la atención del hombre al hecho de que le debe su propia inmortalidad, diciéndole: «Los Dioses te dieron un cuerpo destructible, pero Yo te he dado la inmortalidad». Y cuando el discípulo le vuelve a mirar, —he aquí, es el dragón, del cual hablamos ayer. Por lo tanto, esta forma también se llama la primera forma del Guardián del umbral. Pero ahora, en la segunda etapa de la iniciación, nos llega una nueva revelación. Se nos muestra cómo Lucifer puede desplegar fuerzas muy diferentes de las que reconocíamos en él antes. Si no fuéramos capaces de desarrollar en nosotros las fuerzas de secreción y excreción, las fuerzas que proceden de los diversos canales y conductos del cuerpo, no podríamos ser seres humanos; eso está fuera de discusión. La sangre y los movimientos de la respiración por sí solos nunca podrían mantenernos como seres humanos. También deben estar presentes los movimientos de los jugos del cuerpo, es decir los movimientos de los conductos y las glándulas. Esto puede hacernos evidente la diferencia entre todas las tradiciones exotéricas —dondequiera que se encuentren— y el entendimiento que se da aquí. Las tradiciones exotéricas hablan realmente de Lucifer y de los varios Espíritus de los Planetas, pero no pueden dar un conocimiento real y genuino de los hechos. El conocimiento real es en verdad un conocimiento que debe ser recibido con un serio sentido de responsabilidad. En primer lugar nos revela a Lucifer como el que distorsiona y hace desagradable la forma del hombre, y por otro lado es el Espíritu que es esencial para el ser del hombre, quien solo le hace hombre.

A medida que avanzamos en el camino de la iniciación llegamos a otra experiencia notable y significativa. Si logramos mantenernos firmes con Cristo, al unirnos interiormente con Él, para que Él nos permita llevar el pensamiento del yo —la idea del Yo, la autoconsciencia de la Tierra— al mundo suprasensible al que estamos entrando, entonces nos llenaremos de un sentimiento de que este Poder de Cristo tiene que ver con el poder del Sol. Teníamos como si fuera un presentimiento de la conexión. Ahora en la segunda etapa se agrega algo más. El Poder de Cristo se nos revela como una forma,  —yo puedo decir incluso, como una forma o figura que podemos comprender y percibir, que poco a poco podemos aprender a conocer más íntimamente, que se aclara mas y mas en el mundo suprasensible. En esta segunda etapa de la iniciación nos acercamos a un conocimiento más cercano del Cristo suprasensible. Y entonces este Cristo nos muestra que Él llama al Espíritu director de Venus —quien, como sabemos es Lucifer— su hermano, lo llama su hermano, contabilizándole como un Espíritu Planetario entre los otros Espíritus Planetarios. De modo que cuando Lucifer se muestra en la segunda etapa de la iniciación, se revela a sí mismo como un Espíritu planetario tomando su lugar entre los siete Regentes de los planetas entre sus hermanos. Entramos así en un mundo donde encontramos lo que podríamos llamar un Congreso altamente exaltado de siete Espíritus planetarios, y que tienen una relación completamente fraternal entre sí. Pero aquí se esconde un peligro, y el alumno necesita poseer mucho más conocimiento si no quiere venirse abajo en este punto. Porque en ningún caso debe recibir fácilmente lo que aquí se le muestra; Debe esforzarse seriamente por adquirir un conocimiento exacto de lo que hay detrás de él.

Cuando investigamos  en detalle en el conocimiento oculto, podemos buscar ayuda en muchas direcciones para encontrar nuestro camino. Aunque hemos aprendido a reconocer a los siete hermanos que son los Siete Espíritus Planetarios, todavía estamos muy lejos de cualquier conocimiento completo de ellos. Siete hermanos pueden ser muy diferentes unos de otros, y la diferencia no se muestra a primera vista. Tenemos que mirar un poco más cerca, tenemos que estudiarlos en detalle, si queremos obtener un conocimiento más íntimo. En este punto quiero presentar algo que, si lo examinan cuidadosamente y lo comprueban con lo que saben del mito exotérico, encontrarás que está bien fundado y razonado aunque parezca extraño al principio. Resultará ser auténtico, porque es el resultado directo de la investigación oculta. Compárela con los registros religiosos e históricos de los viejos tiempos, y las exigencias de su inteligencia quedaran completamente satisfechas. Cuanto más lo miren con su entendimiento ordinario, más se encontrará capaces de decir «Sí» a lo que ahora voy a decir; ya que es un resultado de la investigación oculta que es comparativamente fácil acercar al hombre de la actualidad.

Primero debemos encontrar algo para tomarlo como punto de partida; debemos partir de algún hecho conocido. Por el momento, que sea el hecho de que hemos llegado a un reino. Sin embargo, sólo hemos aprendido a conocer a los Espíritus gobernantes con sus reinos, los Planetas correspondientes. Ahora debemos ir más allá. Debemos investigar estos reinos más de cerca, en la medida en que la investigación oculta lo permita. Y la siguiente es una de muchas maneras que se ofrecen al hombre de hoy en día que se propone trabajar concienzudamente con los medios proporcionados por el ocultismo moderno. Él puede comenzar, siempre bajo la dirección y el consejo de un ocultista experimentado, el estudio de la vida de Gautama Buda.

He enfatizado con frecuencia y aquí debo enfatizarlo de nuevo que la vida de Buda debe ser entendida como la entienden los budistas y no como es interpretada por los historiadores materialistas. Primero debemos llegar al reconocimiento de que Buda se convirtió en Buda tras pasar por muchas encarnaciones; que primero se hizo un Bodhisattva. Y después de haber nacido como el hijo del rey Suddhodana, ascendió en el año 29 de su vida a la dignidad de Buda. Debemos saber que la ascensión del Bodhisattva a la etapa de Buda significa en realidad que tal individuo tiene su última encarnación en la Tierra en la vida que él vive como Buda. Cuando se ha convertido en un Buda, ya no vuelve a entrar en un cuerpo terrenal, sino que trabaja desde otros mundos que no son terrenales. Esto debe quedarnos  muy claro desde el principio. Debemos saber como un hecho absoluto que el Buda por su exaltación desde Bodhisattva a Buda se elevó a una dignidad cósmica y no requiere, en el transcurso de su evolución posterior, descender nuevamente en un ser humano físico terrenal. Aquellos de ustedes que han seguido mis conferencias recordarán que he aludido a una sola ocasión en que el Buda, por así decirlo, nos permite tener una visión de su evolución ulterior. Cuando explique cómo nacieron dos niños Jesús, el Niño Jesús de Mateo y el Niño Jesús de Lucas, dije que en el nacimiento del Niño Jesús de Lucas el Buda envió desde el mundo espiritual fuerzas astrales que fueron incorporadas al cuerpo astral de Jesús. Se hizo mención, por lo tanto, de que el Buda envió fuerzas a la Tierra. En Norrköping [Nota 1] dije además cómo los iniciados pudieron reunirse con el Buda de otra manera. Sin embargo todavía es cierto decir que desde su vida como Buda no ha vivido más en la Tierra. Un ocultista, sin embargo, que llegue muy lejos en el camino oculto puede seguir la continuidad del camino de Buda. Pero por supuesto, no lo seguirá en ninguna vida de la Tierra. En el campo del ocultismo práctico surge la pregunta: ¿Qué ha sido del Buda, puesto que ya no se encarna en un cuerpo humano físico? Podemos, por así decirlo, ir en busca del Buda, podemos buscarlo en el amplio mundo. Podrá parecerles extraño, pero los iniciados encuentran al Buda comprometido en una gran y poderosa tarea, una tarea de profundo significado. Cuando el ojo del ocultista se abre y mira hacia los vastos espacios del mundo, contempla una panorámica notable. Descubre que el Buda tiene ahora como escenario de acción el planeta que en la astronomía física llamamos Marte; y no se puede hacer otra cosa que relacionar con toda seriedad cómo, desde el momento en que el Buda adquirió la facultad por la que ya no se hizo necesario que volviera a aparecer en la vida de la Tierra, se le ha dado una nueva misión. Esta nueva misión del Buda podemos descubrirla haciendo una observación oculta de Marte.

Al entrar en este estudio, la misión verdadera y original del Buda se nos vuelve clara. Encontramos por la investigación oculta que los seres de Marte que se corresponden a los hombres en la Tierra  —son naturalmente de una naturaleza absolutamente diversa, pero por el momento los llamamos «hombres de Marte»— en un cierto tiempo en su evolución llegaron a una condición de necesidad similar a como estaban los hombres de la Tierra en el Cuarto Período Post-Atlante cuando el Cristo tuvo que acudir en su auxilio. Y como Cristo se convirtió en un Salvador y un Despertador para la Vida, ya que era la misión del Cristo en relación con la humanidad de la Tierra, así es una misión más para ese Bodhisattva después de convertirse en el Buda, convertirse en el Salvador y Redentor de los hombres de Marte. Él tiene que lograr en Marte un evento similar al evento que Cristo llevó a cabo en la Tierra.

Cuando por lo tanto estudiamos la vida del Buda, encontramos que se divide en dos partes. Primero, el tiempo en que Buda trabajó para los hombres de la Tierra y les trajo todo lo que debían recibir de él, incluyendo lo que ya les había traído durante el tiempo en que era Bodhisattva. Luego está la parte posterior de la vida de Buda cuando trabajó fuera y más allá de la Tierra, cuando se elevó a un poder y una fuerza más elevados para los que su curso en la Tierra fue sólo una preparación necesaria. Pues Buda ascendió hacia el poder de quien es un Salvador y Redentor. Si fuéramos capaces de equiparar la influencia de Buda en Marte con la misma influencia de Cristo Jesús en la Tierra y con el Misterio del Gólgota, estaríamos obligados a encontrar una diferencia, debido a la diferencia que existe entre los Hombres de la Tierra y los Hombres de Marte. Si es posible, les diré en otra ocasión más acerca de los sentimientos y la respuesta que los hombres de Marte han hecho surgir por el trabajo de Buda.

Como ven, se establecen tareas para los Seres que evolucionan en el Cosmos. En el momento en que un Ser se eleva de un estado o de un rango a otro, se le asigna una nueva tarea. Y el hombre, que tiene que cumplir el curso de su vida en la Tierra, entra en contacto durante su tiempo en la Tierra con Seres que, al igual que el Cristo, tienen desde el principio una tarea cósmica y también con seres que en su evolución salen de la Tierra y suben entonces a una tarea cósmica, como fue el caso de Buda.

Traducido por Gracia Muñoz en Madrid en Mayo de 2017.

 

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Un comentario el “GA137.c9. El Hombre a la luz del Ocultismo, la Teosofía y la Filosofía

  1. […] Novena Conferencia: Christiania, 11 de Junio de 1912 […]

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