GA102c6. La influencia de las Jerarquías Espirituales en el Ser Humano

Rudolf Steiner — Berlín 24 de marzo de 1908

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Si de los que estuvisteis presentes en la última conferencia dada aquí han pensado cuidadosamente y recordado cómo ciertas etapas ya pasadas se recapitulan en una etapa posterior, como, por ejemplo, en nuestra Tierra las etapas del Antiguo Saturno, del Antiguo Sol y la Antigua Luna, surgen y se desarrollan poco a poco hasta completar nuestra condición terrena, se podría sentir instado a hacer las siguientes observaciones.

Podría decir: en varias conferencias anteriores se ha afirmado que en Saturno los primeros rudimentos físicos del hombre pasaron por algo así como una especie de sistema sensorial, como si los primeros rudimentos de Saturno hubieran consistido en primitivos órganos de los sentidos; luego en el Sol se desarrolló un sistema glandular: en la Luna un sistema nervioso y en nuestra Tierra todo esto fue recapitulado. Pero, ¿cómo concuerda eso con lo que se dijo en la última conferencia, es decir, que los primeros en aparecer en la Tierra fueron los primeros rudimentos del sistema sanguíneo, una especie de hombre calórico? Luego se dijo que hubo una condensación hacia un estado de aire y que surgió la luz, por un lado se agregó una especie de sistema de aire que luego se convirtió en nuestro sistema de respiración actual, mientras que el sistema de calor se transformó en el posterior sistema sanguíneo, y bajo la influencia de la luz se formó una especie de sistema nervioso percibido interiormente. Se describió además cómo todo eso estaba aún en una condición etérea enrarecida, luego se rellenó con una especie de albúmina que, bajo la influencia del sonido y el tono cósmicos, se organizó en las diferentes sustancias.

Si admito —podría decir el objetor— que el sistema glandular sólo comenzó con el depósito de esta sustancia orgánica, entonces la primera cosa en la Tierra sería una especie de sistema del calor que formó los rudimentos del sistema de la sangre y una especie de sistema nervioso presente en las finas líneas etéricas de fuerza, a continuación se plantearía, el sistema glandular que, en cierto sentido ya estaba sustanciado orgánicamente, y por último se deposito el elemento mineral como se ha descrito en la última conferencia. Si las condiciones sucesivas de Saturno, el Sol, la Luna han reaparecido y en estas condiciones se recapitula en la Tierra, es extraño que el sistema de los sentidos no sea el primero en volver a aparecer, después el sistema glandular, el sistema nervioso y finalmente un sistema de la sangre. Sin embargo, la última vez se describió todo lo contrario: primero, la sangre, a continuación, los nervios, las glándulas y, finalmente, los depósitos sólidos que, como se puso de relieve, en primer lugar abrieron los sentidos hacia el mundo exterior. El objetor podría decir: Este principio de recapitulación funciona muy mal ya que el orden que se ha dado es exactamente el inverso de lo que uno esperaría si tuviera lugar una repetición literal.

Debe admitirse que si alguien deseaba describir las condiciones siguientes como una simple repetición de lo anterior, probablemente daría una descripción que fuera exactamente lo contrario de lo que realmente ha existido. Pues el intelecto concluiría que, de manera automática, la Tierra primero recapitularía lo que sucedió en Saturno, luego lo que sucedió en el Sol, después en la Luna, y que solo entonces surgiría el sistema sanguíneo.

A menudo he enfatizado que como regla en el ocultismo, uno siempre sale mal y puede cometer terribles errores a menos que describa los hechos ocultos y no confíe en el mero intelecto o cualquier conclusión puramente lógica. Porque si uno sigue la evolución de Saturno, Sol, Luna en el Registro Akáshico, es un hecho que uno debe decir que se planeó una especie de sistema de sentidos en Saturno, un sistema glandular en el Sol, un sistema nervioso en la Luna, y con la Tierra, se agregó la sangre. Si uno profundiza en los hechos ocultos aún más, entonces uno encuentra que en realidad en la Tierra aparece primero un tipo de sistema sanguíneo, luego un sistema glandular, un sistema nervioso, y solo entonces surge lo que aparece como el sistema de sentidos en la forma adecuada a las condiciones de la Tierra. Por lo tanto, si uno habla de recapitulaciones, de acuerdo con los hechos reales, debe hablarse de una recapitulación invertida. Lo que se ha demostrado en conferencias anteriores y lo que se demostró en las últimas fuentes no es ninguna especulación, sino los hechos reales y estos muestran tal inversión, lo que hace que la recapitulación sea aún más complicada.

Sin embargo, no debemos contentarnos con la idea de que tenemos que ver con una mera reversión. Así el sistema sanguíneo en sus primeros rudimentos apareció en la Tierra como una especie de hombre de calor, como lo describí la vez pasada, pero al mismo tiempo era realmente una especie de sistema sensorial. De hecho, era un sistema de calidez y percepción. El ser humano era, por así decirlo, totalmente un hombre de sangre o calor. No estaba impregnado de la sustancia de la sangre, pero las líneas etéreas de calor penetraron en él, y estas líneas etéreas de fuerza calórica de las que surgió posteriormente el sistema sanguíneo fueron, en sus primeros rudimentos, claramente una especie de sistema sensorial. Fueron los primeros rudimentos de un sistema sensorial, y el sistema de nervios y luz fue al principio una especie de sistema glandular, y el último sistema glandular que se organizó realmente solo pudo surgir debido a que los otros sistemas, el de la sangre y el sistema nervioso, ahora incorporados, avanzaron en su desarrollo. Este avance se produjo de la siguiente manera: mientras que el sistema nervioso se desarrolló como una especie de sistema glandular, algo de la sangre quedó atrás como sus últimos rudimentos. Pero también durante la segunda etapa el sistema sanguíneo en sí cambió a una especie de sistema nervioso; y cuando eso se logró y, en la tercera etapa, se incorporó el sistema glandular, los dos sistemas anteriores cambiaron nuevamente, de modo que, de hecho, el sistema sanguíneo avanzó un grado y el sistema nervioso también un grado. Cambios y transformaciones están teniendo lugar continuamente. La evolución es muy complicada y uno no puede estar satisfecho con la idea de la recapitulación invertida. Porque la «inversión» es solo parcial: el sistema sanguíneo es un sistema sensorial que se transforma más tarde, y es lo mismo con el sistema nervioso, y así sucesivamente.

Así que podemos hacer un recorrido que nos permita observar como hemos llegado a nuestra altura actual, ciertamente no es un asunto fácil si nos empeñamos en elaborarlo con el intelecto. La cuestión está en que con paciencia y perseverancia nos familiaricemos con este complicado curso de la evolución. Sin embargo, esto no es más que una especie de introducción que he querido dar a aquellos que han estado estudiando y vivenciando lo que se dijo en la última conferencia.

Una tarea muy diferente nos preocupa hoy —la de considerar al hombre y su evolución en la Tierra desde un punto de vista totalmente diferente, por lo que el ser humano debe aparecer ante nosotros con una claridad cada vez mayor. Si, con esto en mente, miramos hacia atrás una vez más a la encarnación anterior de nuestra Tierra, a la antigua Luna, recordamos que el ser humano tiene un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral, pero todavía no tiene un yo personal como el que actualmente posee en la Tierra. Si examinamos ahora la conciencia de este hombre lunar nos encontramos con que era radicalmente diferente al ser humano de hoy. La conciencia del hombre de hoy se expresa realmente en lo que se podría llamar «personalidad». Con esta palabra se dice mucho en la caracterización del hombre de la Tierra, ya que no había «personalidad» en la antigua Luna. Hemos visto cómo esta personalidad se ha ido formando gradualmente en la Tierra y cómo en la antigüedad el hombre aún se sentía mucho más como miembro de un gran número de otros que se pertenecían mutuamemte. Incluso si no retrocedemos demasiado en las regiones donde vivimos nosotros mismos, sí, incluso si regresamos a los primeros siglos cristianos, todavía encontraremos allí los últimos ecos de una conciencia antigua. El antiguo miembro de los Cherusci, los Sugambri, Heruli, Bructeri, no se sentía en la misma medida una personalidad como lo es el hombre de hoy, se sentía uno de su tribu. Y cuando decía «yo», eso significaba algo completamente diferente de lo que significa hoy. Si un hombre moderno dice «yo», se refiere a la entidad de su personalidad, la que, por así decirlo, está encerrada dentro de su piel. En ese momento los hombres se sentían con respecto a su tribu como una extremidad se siente en nuestro organismo. Se sentía en primer lugar como miembro de los Sugambri, Heruli, Bructeri, Cherusci y, en segundo lugar, un «yo» personal. Tendrán una mejor comprensión de muchas condiciones antiguas si tienen en cuenta esta alteración radical en la personalidad, si se dan cuenta, por ejemplo, de que ciertas formas de venganza familiar, venganza tribal, deben ser explicadas completamente por la conciencia común de la tribu, una especie de conciencia de alma grupal.

Y si nos remontamos aún más atrás al tiempo clásico del Antiguo Testamento, el tiempo del pueblo judío, sabemos que el judío individual se sentía absolutamente un miembro de todo el pueblo judío. Sabemos que cuando decía «yo» no lo sentía como representante de su ser, sino que sentía la sangre de todo el pueblo tal como había fluido en las generaciones desde el Padre Abraham: «el Padre Abraham y yo somos uno». Cada miembro de la raza sentía que esto era lo que le daba su valor y posición. Sentía en el alma grupal, por la sangre, directamente al Padre Abraham. Y si retrocedemos aún más, a las épocas más tempranas de la Tierra, encontramos que el elemento de alma grupal aún se expresaba más claramente. El individuo tenía un recuerdo de lo que sus antepasados habían hecho, volvían al primer antepasado. El recuerdo de los descendientes se remonta a cientos de años. En nuestros días, en circunstancias normales, un hombre ya no recuerda lo que su padre hizo, a menos que lo haya visto. Ya no recuerda lo que sus antepasados han experimentado. En la antigüedad, el hombre tenía un recuerdo no solo de lo que él mismo había experimentado, sino también de las experiencias de los antepasados con los que tenia la sangre en común, no porque él lo supiera, sino porque la memoria continuaba más allá del nacimiento. Y sabemos que la gran edad atribuida a los Patriarcas, a Adán y los antecesores posteriores del pueblo judío, originalmente significaba nada más que la longitud de la memoria, cuán lejos se recordaba en el árbol ancestral.  ¿Por qué vivió Adán tanto tiempo? ¿Por qué los otros Patriarcas vivieron tanto tiempo? Porque uno no designaba a la personalidad individual, sino que recordaba las generaciones pasadas como uno recuerda la juventud actual. Eso fue denotado por una expresión común, la personalidad no se puso en duda en absoluto. El hombre recordaba no solo lo que había pasado en la infancia, sino lo que su padre, su abuelo habían experimentado en la infancia, y demás a través de los siglos, y comprimió los contenidos de esta memoria en una unidad a la que llamó —déjenme decir— «Adán» o «Noé», y así sucesivamente. En las epocas primitivas, la personalidad separada no tenía nada del valor que tiene ahora; la memoria llegaba más allá del padre, la madre, el abuelo, etc., y en la medida en que le llegaba a uno, usaba un nombre común. Eso parece torpe y fantástico para la concepción materialista del mundo actual, pero debe ser afirmado desde el fondo de los hechos con una psicología fundamental que sabe cómo contar los hechos.

En nuestra Tierra, por lo tanto, el hombre tenía una especie de conciencia grupal conectada con su alma grupal. Si tuviéramos que regresar a la antigua Luna donde el ser humano no tenía un yo restringido de este tipo incrustado en la conciencia grupal, pues no tenía yo en absoluto, donde todavía consistía de cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral, deberíamos encontrar que esta antigua conciencia Lunar no era más pequeña, sino que abarcaba grupos inmensamente grandes; que, de hecho, las almas grupales integradas fueron la base de la raza humana en la Luna. Estas almas grupales que, por así decirlo, establecían los hombres lunares individuales en la Luna simplemente como sus miembros, eran almas sabias. Como saben, también hemos descrito las almas grupo de los animales en la Tierra y también hemos encontrado la sabiduría como su característica sobresaliente. Estas almas grupales de la Luna implantaron en la encarnación previa de nuestro planeta la sabiduría que conocemos hoy y de la que tanto nos maravillamos y admiramos. Y cuando hoy nos sorprende cómo cada hueso, corazón y cerebro, cómo cada hoja de la planta está impregnada e imbuida de sabiduría, entonces sabemos que la sabiduría de las almas grupales cayó de la atmósfera de la antigua Luna —como hoy las nubes dejan que la lluvia gotee— y se hizo miembro de todos los seres. Estos lo recibieron como una propensión y lo sacaron de nuevo cuando aparecieron en la Tierra después de la Pralaya. Por lo tanto, en la Antigua Luna estaban las almas grupales omnipresentes llenas de sabiduría.

Ahora bien, si buscáramos en la Antigua Luna una cualidad que encontramos hoy en la Tierra en una medida cada vez mayor a medida que avanza la evolución, no la encontraríamos en los seres de la Luna. Esta cualidad es el amor, el impulso que nos conduce a unirnos a otros seres por la propia voluntad. El amor es la misión de nuestro planeta terrenal. Por eso en el ocultismo llamamos a la Luna el «Cosmos de la Sabiduría» y a la Tierra el «Cosmos del Amor». Así como hoy, en la Tierra, nos maravillamos de la sabiduría incrustada en ella, así un día los seres de Júpiter serán seres en los que el amor fluirá hacia ellos como una fragancia. Así como la sabiduría brilla hacia nosotros en la Tierra, así en Júpiter vendrá como fragancia hacia los seres de Júpiter lo que está evolucionando aquí en la Tierra como amor, desde el amor puramente sexual hasta el «Amor Divino» de Spinoza. Enviará su perfume como las plantas envían sus diversos aromas. Por lo tanto, los grados de amor fluirán como el perfume ascendiendo del cosmos al que, como sucesor de nuestra Tierra, hemos llamado Júpiter. Así, en el curso de la evolución, las condiciones se alteran, y cada vez que ocurre un avance en la evolución, los seres también avanzan; aquellos que están unidos con las etapas de la evolución planetaria están siempre avanzando hacia etapas más altas. Los seres humanos que viven en la Tierra hoy son los instrumentos de la evolución del amor. Porque el reino animal ha desarrollado formas de amor que se han quedado atrás como formas rezagadas; y en la medida en que el amor aparece entre los animales, una simple reflexión mostrará que todo es pre-etapa del amor humano, del amor que continuamente se espiritualiza. Como el hombre es el instrumento para la evolución del amor en la Tierra, cuando haya evolucionado a Júpiter será capaz de recibir una calidad aún mayor. Así también los seres que «derramaron» sabiduría desde la periferia de la Luna se volvieron capaces de una mayor evolución cuando la Luna se convirtió en Tierra; ellos ascendieron más alto. Los seres que en ese momento fueron capaces de dejar que la sabiduría se infiltrara en los seres lunares fueron en realidad aquellos que estaban tan avanzados en el momento en que el Sol se retiró de la Tierra que salieron con el Sol y lo convirtieron en su escenario de acción. Los seres que en la Luna fueron espíritus de la sabiduría —la sabiduría que se derramó— no fueron los Espíritus de la Sabiduría que han sido llamados así en relación con Saturno, estos espíritus, o al menos un gran número de ellos, eligieron el sol como su escenario. Solo el Ser que designamos como Iahvé o Jehová, que había alcanzado la plena madurez en la Antigua Luna, se convirtió en el Espíritu de la Forma de la Tierra, el Regente de las fuerzas de la Luna. Pero ya hemos hablado de otros seres que no completaron su desarrollo en la Luna, que permanecieron, por así decirlo, a medio camino entre la existencia humana y la divina. Los hemos caracterizado de muchas maneras. Hemos indicado que el Sol en una determinada etapa de su evolución expulso a Venus y a Mercurio de sí mismo para dar a estos seres un escenario que se adaptara a ellos. También hemos hablado de seres que han participado en el desarrollo progresivo del hombre y que, como seres de Venus y Mercurio, han sido los grandes maestros de la humanidad en los Misterios.

Hoy ampliaremos esta imagen desde otro punto de vista.

Ya hemos señalado que si las fuerzas y los seres que dejaron la Tierra cuando el Sol se retiró se hubieran mantenido unidos a la Tierra como estaban originalmente, entonces el hombre se habría visto obligado a desarrollarse a un ritmo demasiado rápido como para soportarlo. Él nunca habría alcanzado su evolución si los Espíritus de la Sabiduría hubieran estado ligados a la Tierra como lo estuvieron en la Luna. Tuvieron que alejarse a cierta distancia y trabajar desde fuera para que el hombre tuviera la velocidad adecuada en su desarrollo. De lo contrario, tan pronto como naciera, habría envejecido,  pasaría por su desarrollo a un ritmo demasiado rápido. Puedo aclararlo de otra manera.

Los espíritus que han evolucionado hasta la existencia del Sol no están interesados en absoluto en el desarrollo gradual y lento del hombre de su naturaleza espiritual durante su existencia corporal, durante la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. Solo tienen interés en el desarrollo perfeccionado de la espiritualidad. Si hubieran permanecido en conexión con la Tierra, los cuerpos humanos en cierta manera habrían quedado atrofiados, quemados. Sin madurar los frutos obtenidos de una existencia terrenal, el espíritu habría ido hacia una evolución rápida y el ser humano habría perdido todo lo que podía aprender sobre la Tierra. Sobre todo, la impronta del Amor en la evolución cósmica habría permanecido oculta. Para que el amor pueda desarrollarse en la Tierra, el cuerpo primero debe desarrollarse en una etapa primitiva. El amor tuvo que ser inaugurado en la forma más baja como el amor sexual, para elevarse a través de las diversas etapas y, finalmente, cuando la Tierra perfeccionada alcance sus últimas etapas, pueda imprimirse en el hombre como amor puro y espiritual. Todo amor inferior es la educación para el amor superior. El hombre terrestre debe desarrollar el amor en sí mismo, para que al final de su evolución pueda devolverlo a la Tierra, ya que todo lo que se desarrolla en el microcosmos se vierte al final en el macrocosmos. La sabiduría que fluyó en el hombre de la Luna brilla hacia el hombre de la Tierra como la sabiduría que impregna su estructura. El amor que, por grados, se va implantado en el hombre durante el período de la Tierra fluirá como fragancia hacia los seres de Júpiter, en todo el reino de Júpiter. Este es el camino que deben tomar las diversas fuerzas cósmicas.

Por lo tanto, el punto de partida de la misión de nuestra Tierra, la impresión del Amor, estaba de alguna manera enfrentando las dos tendencias siguientes. Los Espíritus de la Sabiduría, los creadores de la sabiduría, quienes en la Luna habían vertido la sabiduría en los reinos de la Tierra, estaban en la Tierra, como tal, desinteresados en la naturaleza física corporal del hombre. Como Espíritus de la Sabiduría no estaban interesados en ello, y al estar interesados solo en la sabiduría, delegaron la misión especial de la Tierra a los «Espíritus del Amor». Estos son de otro rango y, como Espíritus de Amor, ellos también pudieron atravesar su propia evolución durante un tiempo en el Antiguo Sol. De esta manera, tenemos una doble tendencia en la evolución de la Tierra: una corriente de amor que, por así decirlo, aparece por primera vez, y una transmisión de sabiduría que trabaja desde fuera, ya que los espíritus que se interesan de manera preeminente por la sabiduría se han retirado al Sol. Es muy importante comprender correctamente esta cooperación de los Espíritus de la Sabiduría y los Espíritus del Amor, ya que expresa un contraste infinitamente importante. Si ahora trato de poner en lenguaje humano lo que expresa este contraste, es que los Espíritus de la Sabiduría delegaron por completo el hombre a los Espíritus del Amor entre el nacimiento y la muerte y la forma en que se desarrolla, y tomaron para sí el control de la «individualidad» que atraviesa las diversas «personalidades» en el curso de las reencarnaciones. Si imaginan al hombre en su totalidad, tienen aquí el análisis que muestra bajo qué dos poderes se encuentra en la regencia cósmica. Lo que el hombre es entre el nacimiento y la muerte, lo que desarrolla en sí mismo mientras vive en el cuerpo, lo que realmente le hace a él, por así decirlo, una entidad que está con sus dos pies sobre la Tierra, está bajo la autoridad de los Espíritus del Amor. Lo que se entrelaza a través de las personalidades como la individualidad duradera, nace con el hombre, muere, nace de nuevo, muere otra vez, etc., se encuentra en cierto sentido bajo la regencia de los Espíritus de la Sabiduría. Pero no deben tratar esto mecánicamente y decir: Entonces afirma que la individualidad humana está bajo la influencia de los Espíritus de la Sabiduría y la personalidad humana bajo la influencia de los Espíritus del Amor. Si tuviéramos que estereotipar estas cosas, eso solo nos llevaría a tonterías. Los conceptos solo son válidos si los entendemos en su relatividad y sabemos que cada concepto tiene dos lados. Solo si tuvieran la opinión de que esta vida entre el nacimiento y la muerte carece de significado para todas las vidas siguientes, entonces podrían estereotiparlo de esa manera. Pero deben tener en mente lo que siempre he enfatizado, es decir, que los frutos de cada vida terrenal separada, los frutos de todo lo que se ha ganado bajo la influencia de los Espíritus del Amor fluyen en toda la evolución e igualmente en lo que es guiado por los Espíritus de la Sabiduría.

Por otro lado, deben tener claro que todo en el cuerpo humano, hasta el cuerpo astral (ya hemos descrito cómo las experiencias hechas en la Tierra deben ser transformadas) procede bajo el poder de los Espíritus de la Sabiduría, así que de nuevo los espíritus de la sabiduría trabajan en el ser del hombre ya que tiene un cuerpo físico, un cuerpo etérico y astral. Y porque todo lo que el hombre como personalidad desarrolla bajo el elemento del amor perdura para su individualidad, los Espíritus del Amor trabajan nuevamente en lo que se desarrolla en una vida humana a través de los Espíritus de la Sabiduría. Por lo tanto, trabajan juntos. Entonces la regencia de estos Espíritus está nuevamente dividida en tanto que todo lo que es personalidad está directamente bajo el control del amor, y todo lo que sucede entre el nacimiento y la muerte está indirectamente bajo el elemento de la sabiduría.

Así vemos cómo la personalidad del hombre y su individualidad está dentro de dos tendencias y corrientes diferentes. Eso es importante por la siguiente razón. Si los Espíritus de la Sabiduría que se significan ahora, por así decirlo, se arrogaran la autoridad a ellos mismos, entonces habría surgido ese desarrollo vigoroso y exuberante que también se podría describir al decir que el hombre en una encarnación única habría pasado, todos los posibles perfeccionamientos de todas las encarnaciones. Lo que los Espíritus de la Sabiduría debían dar, sin embargo, fue distribuido entre las sucesivas encarnaciones terrenales del hombre. Esto se expresa en el ocultismo de manera muy definitiva al decir: Si los Espíritus de la Sabiduría permanecieran en la evolución, el hombre rápidamente se habría desarrollado a la espiritualidad, abrasándose a sí mismo a lo largo de la evolución corporal. Pero los Espíritus de la Sabiduría se abstuvieron de llevar al hombre a un desarrollo tan violento. Se alejaron de la Tierra para rodearla, con el fin de regular y modificar los períodos de tiempo que de otro modo habrían pasado tan vehementemente. Por lo tanto, uno dice en ocultismo que estos Espíritus de la Sabiduría se convirtieron en los «Espíritus de la Rotación del Tiempo». Las sucesivas encarnaciones del hombre fueron reguladas en las sucesivas revoluciones del tiempo, que fueron nuevamente reguladas a través del curso de las estrellas. Los Espíritus de la Sabiduría se convirtieron en Espíritus de la Rotación del Tiempo. Habrían podido alejar al hombre de la Tierra con su poder lleno de sabiduría, pero luego habrían tenido que renunciar a la maduración de los frutos que solo puede tener lugar en el transcurso del tiempo. Los frutos del amor, de la experiencia terrenal, no habrían sido ganados. Esos secretos que los seres deben poseer y guardar en sus corazones para madurar los frutos del amor, de la experiencia de la Tierra, fueron ocultados desde estos Espíritus de la Rotación del Tiempo. Por lo tanto, se ha registrado: «Ellos velaron sus rostros ante el Cordero Místico». Porque el «Cordero Místico» es el Espíritu Solar que tiene el secreto no solo de levantar a los espíritus de la Tierra, sino de redimirlos, espiritualizándolos, después de atravesar muchas encarnaciones. El poseedor del Misterio del Amor es el Espíritu Solar al que llamamos el Cristo, y como tiene un interés no solo en la individualidad, sino directamente en cada personalidad de la Tierra, lo llamamos el «Gran Sacrificio de la Tierra» o el «Cordero Místico».

Así, ciertos Espíritus se convirtieron en los Espíritus de la Rotación del Tiempo y regularon las sucesivas encarnaciones. El Cristo se convirtió en el centro, el foco, en la medida en que las personalidades individuales debían ser santificadas y purificadas.  Todo lo que el hombre puede traer como fruto de la personalidad individual en la individualidad lo logra a través de tener una conexión con el Ser Crístico. Mirar hacia adelante, sintiéndose unido con Cristo, purifica y ennoblece la personalidad. Si la evolución de la Tierra hubiera seguido su curso sin la aparición del Cristo, entonces el cuerpo humano —si hablamos en un sentido integral— habría permanecido malvado; habría tenido que unirse con la Tierra y caer presa de la materialidad para siempre.

Sin embargo, si los Espíritus de la Sabiduría no hubieran renunciado a la espiritualización inmediata del hombre al comienzo de la evolución de la Tierra, podría haber tomado uno de los siguientes dos cursos: o los Espíritus de la Sabiduría, al comienzo de la evolución terrenal —en la edad lemuriana—habrían arrancado al hombre del cuerpo, lo habrían llevado a una rápida evolución espiritual y consumido rápidamente su cuerpo, en cuyo caso la Tierra nunca podría cumplir su misión; o, por otro lado, podrían haber dicho: no deseamos eso, queremos que el cuerpo humano se desarrolle completamente, pero nosotros mismos no tenemos ningún interés en ello. Por lo tanto, renunciaremos al Nacido-Tardío, a Jehová; él es el Señor de la Forma —y el hombre se habría secado, momificado. El cuerpo del hombre habría permanecido unido a la Tierra, nunca habría sido espiritualizado.

Ninguno de estos caminos fue elegido, pero a fin de formar un equilibrio entre los Espíritus de la Sabiduría y el Último Nacido de la antigua Luna, el Señor de la Forma, que fue el punto de partida para la creación de la luna presente, fue creada una situación central. Esta solución intermedia fue preparada para la aparición de Cristo quien es exaltado por encima de la Sabiduría, ante quien los Espíritus de la Sabiduría cubren su rostro con humildad, y quien redimirá a los hombres si se impregnan cada vez más con Su Espíritu. Y cuando la Tierra misma alcance el punto en que el hombre se habrá espiritualizado completamente, entonces no caerá de la evolución una bola seca, pues a través de lo que ha podido extraer de la evolución, el hombre llevará su forma humana cada vez más ennoblecida a la completa espiritualización. Y vemos cómo los seres humanos son espiritualizados. Si tuviéramos que ver los cuerpos humanos originales de la Edad Lemuriana, que nunca describiría en una conferencia pública, encontraríamos que representaban el límite extremo de la fealdad, y los hombres se volvían más ennoblecidos a medida que el amor los purificaba cada vez más. Pero el hombre evolucionará incluso más allá del rostro humano actual. Hoy estamos en la quinta raza. En la sexta raza, la fisonomía externa del semblante del hombre mostrará su bondad interior, el estado interior de su alma. El hombre tendrá entonces una fisonomía bastante diferente; por la forma externa uno reconocerá cuán bueno, cuán noble es, uno verá por su semblante qué cualidades se encuentran dentro de su alma. La fisonomía recibirá cada vez más la impronta de la nobleza y la bondad contenidas en el alma, hasta que al final de la condición de la Tierra la naturaleza corporal del hombre estará totalmente impregnada de espíritu y se destacará totalmente aliviada de aquellos que han permanecido apegados a la materialidad y que llevarán la imagen del mal en sus semblantes. Esto es lo que vendrá. Se llama la «última crisis» y debe describirse como «espiritualización» o, como se le llama popularmente, «la resurrección de la carne». Uno debe entender estas cosas solo en el verdadero sentido dado por el ocultismo, entonces no podrá ser atacado.  Los círculos ilustrados no podrán en ningún caso comprender que la materia algún día podría llegar a ser muy diferente de lo material. Lo que podría llamarse en el mejor sentido de la palabra «locura de la materialidad» nunca será capaz de imaginar que la materia podrá algún día ser espiritualizada, es decir, que algún día surgirá algo que uno llama espiritualización, la Resurrección del Cuerpo, de la carne.

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Pero así son las cosas, y este es el curso de la evolución terrenal, y así surge el significado de la evolución terrenal y el lugar de Cristo dentro de esa evolución. Si fuéramos simplemente a mirar todo lo que hemos estado considerando hoy, entonces deberíamos tener una imagen peculiar de la evolución de nuestra Tierra. Tal imagen mostrará que se sostuvo el equilibrio entre los Espíritus de la Forma y los Espíritus que se convirtieron en los Espíritus de la Rotación del Tiempo, los actuales Espíritus de Luz. Por el hecho de que el Cristo desde el momento del Misterio del Gólgota, guía la evolución terrenal, los mantiene en la posición de equilibrio y cuyo resultado será un ascenso continuo. Pero el asunto nuevamente no es tan simple. Sabemos que hay seres espirituales se han quedado atrás: espíritus que no alcanzaron la plena madurez del desarrollo de la sabiduría y que, por lo tanto, no tenían interés en renunciar a su autoridad por la transmisión del amor. Estos espíritus querían trabajar dejando que la sabiduría continuara fluyendo. Lo hicieron y, por lo tanto, su trabajo en la Tierra no ha sido del todo infructuoso. Han llevado a los hombres a la liberación. Si el Principio de Cristo ha traído el amor, también lo han hecho estos Espíritus, a quienes llamamos Espíritus Luciféricos, trajeron a los hombres la libertad, la libertad de la personalidad. Incluso el quedarse atrás de ciertos Espíritus tiene su lado bueno, y todo, ya sea por adelantarse o por permanecer atrás, es de naturaleza divina. Así que había Espíritus de la Rotación del Tiempo que guiaban las encarnaciones progresivas, aquello que pasa como individualidad a través de todas las diferentes encarnaciones; y había Espíritus de Amor bajo la guía del Principio de Cristo que preparaban así a esta individualidad para que la personalidad pudiera acercarse poco a poco a un Reino de Amor. Si caracterizáramos el gran ideal que se cierne ante nosotros como un Reino de Amor, podemos hacerlo de la siguiente manera.

Hoy, en los círculos más amplios, circula el error radical de que el bienestar de una sola personalidad es posible sin el bienestar de todos los demás en la Tierra. Aunque los hombres pueden no admitirlo directamente, en la práctica nuestra vida moderna se basa en el hecho de que el individuo vive a costa de otros y existe una creencia generalizada de que el bienestar de uno es independiente del bienestar de los demás. La evolución futura traerá la comunidad completa del espíritu, es decir, en Júpiter comenzará a prevalecer la creencia de que no habrá salud y felicidad individual sin la salud y la felicidad de todos los demás, y de hecho en igual medida. El cristianismo prepara esta concepción y está ahí para prepararla. Al principio surgió a través del amor en las comunidades que estaban ligadas por la sangre, y de esta manera se superó el puro egoísmo. La misión del cristianismo ahora es encender en el hombre el amor que ya no está ligado a la sangre, es decir, que los hombres aprendan a encontrar el amor puro, donde el bienestar de uno no pueda ser concebido sin el bienestar del otro. Cualquier otra cosa no es un verdadero cristianismo. De esta manera, podemos caracterizar la evolución del hombre a una etapa superior. Pero el avance de la evolución hacia tal etapa ocurre en ciclos, no es una continuidad. Pueden ver estos ciclos ustedes mismos a través de una simple reflexión.

Ustedes saben cómo surge en la primera época de la Era Post-Atlante, una civilización que alcanza su culminación y debe volver a declinar, cómo alcanza su punto más alto en la evasión de la materialidad, pero cómo debe retroceder porque ha buscado su cultura sobre la base del no reconocimiento de la materia. Entonces ven cómo entra un nuevo ciclo con la antigua civilización persa, cómo conquista la Tierra a través del reconocimiento de la materia, en todo caso como un poder luchando contra el hombre, y que el hombre somete a través de su trabajo; nuevamente, esta cultura alcanza su culminación y se hunde en la decadencia. Pero una nueva civilización asciende, la egipcio-caldeo-asirio-babilónico, que ya no solo reconoce la materia, sino que la penetra con inteligencia humana, donde se investigan las órbitas de las estrellas, donde se edifican edificios de acuerdo con la sabiduría de las estrellas, de acuerdo con las leyes de la geometría. La materia ya no es un poder opuesto, sino que se refunde y se transforma, espiritualizándose. Y después de que la cultura egipcia-caldea-asiria-babilónica entra en decadencia, vamos más allá de la cultura greco-latina, donde en el arte griego el hombre ha transformado la materia de tal manera que ha formado su propia imagen en ella. Nunca antes había sido el caso, como en la escultura griega, la arquitectura griega y el drama, el ser humano imprimió su propia imagen en la materia. Y con la civilización romana vemos que se agrega la idea legal de la personalidad. Es solo una erudición bastante pervertida el decir que el concepto legal ya había existido antes; un hombre racional puede verlo a simple vista. El Libro de La Ley de Hammurabi es completamente diferente de lo que se creó en Roma como jurisprudencia. Esta es un producto romano genuino, porque la jurisprudencia surgió donde la personalidad creó también su imagen en la ley; en la ley, el hombre se coloca completamente en su propia personalidad. Uno debe estudiar y comparar el testamento de la Ley Romana con lo que se encuentra en el Libro de La Ley de Hammurabi, donde la personalidad del hombre tiene definitivamente su lugar en una teocracia. El «ciudadano romano» fue un nuevo elemento en el ciclo evolutivo de la humanidad. Y habrá un nuevo ciclo cuando los hombres hayan captado por completo lo que se presenta hoy como Teosofía. Vemos cómo cada ciclo en la civilización alcanza su máximo y vuelve a declinar y cómo cada nuevo ciclo tiene la tarea de llevar a la civilización más allá.

La firme posición de equilibrio le da al hombre la certeza de que puede ser redimido de la Tierra, en el esfuerzo por elevarse y luchar por la libertad real, que los Espíritus Luciféricos han impreso en la Humanidad. Así, el Principio de Cristo y los Espíritus Luciféricos trabajan juntos en la evolución del mundo y determinan las condiciones de la civilización. No tiene importancia que en los primeros siglos cristianos el principio luciférico fuera excluido y los hombres fueran referidos solo al Principio de Cristo. La humanidad seguramente conseguirá su logro de la libertad mediante la devoción completa al Principio de Cristo; porque el Principio de Cristo es tan omnipresente que solo puede captarlo el que busca abarcarlo en el nivel de la sabiduría más elevada. Echemos una mirada a los tiempos precristianos. Encontramos que las religiones existen allí como preparación para el cristianismo. Vemos religiones, es cierto, entre los hindúes y los persas, pero religiones adecuadas para las personas particulares del lugar donde han nacido. Son religiones nacionales, tribales, raciales, que aparecen con la coloración de la que han surgido, limitadas interiormente, porque de alguna manera todavía proceden de las almas grupales y están ligadas a ellas. Con la religión cristiana, entró un elemento en la evolución de la humanidad, que es el verdadero elemento de la evolución de la Tierra. Desde el principio, el cristianismo rompió todos los principios de las religiones anteriores. Se opuso abruptamente a la frase «el Padre Abraham y Yo somos uno». Se opuso en primer lugar a la idea de que uno puede sentirse una unidad con algo que es solo un grupo humano. Por otro lado, el alma que mora en cada personalidad debe ser capaz de sentirse una con el eterno Fundamento del Mundo a quien llamamos el «Padre» y quien habita en cada alma, y esto se expresa en la oración: » el Padre y Yo somos uno». Y en contraste con el Antiguo Testamento que comienza con las palabras: «En el principio era la Luz», el cristianismo establece las palabras del Nuevo Testamento: «En el principio primordial era la Palabra». Con esto se dio uno de los mayores avances en la evolución a la Humanidad. Porque al referirse a la luz que surgió, uno habla, en la medida en que uno puede hablar de luz, de algo externamente visible. Los registros antiguos contienen un Génesis que establece lo físico como una manifestación de la luz. La «Palabra», sin embargo, es lo que surge de la naturaleza interna del ser, y antes de que apareciera alguna manifestación de luz existía en el hombre «lo que era, lo que es y lo que está por venir», es decir, el ser más íntimo del hombre. En el Principio Primordial no era la Luz, sino la Palabra. El Evangelio de San Juan no es un documento que pueda colocarse junto a los demás; expande a los otros de lo temporal a lo eterno.

Así que el cristianismo se encuentra allí, no como una religión que podría ser una religión nacional, sino, si se entiende correctamente, como una religión de la Humanidad. En eso el cristiano se siente uno con el «Padre» y el alma se confronta al alma, sin importar a qué pueblo o nación pertenece. Todas las divisiones deben desaparecer bajo las influencias del cristianismo, y la condición de Júpiter debe prepararse bajo la influencia de este principio.  El cristianismo, por lo tanto, ha comenzado como una religión, porque la humanidad se fundó en la religión. Sin embargo, la religión debe ser reemplazada por la sabiduría, por el conocimiento.

En la medida en que la religión descansa sobre la fe y no se inflama con el fuego del conocimiento pleno, es algo que debe ser reemplazado en el curso del progreso de la humanidad. Y mientras que anteriormente el hombre tenía que creer antes de poder llegar al conocimiento, en el futuro el pleno conocimiento brillará con luz y el hombre lo sabrá y desde allí ascenderá al reconocimiento de los mundos espirituales más elevados. Desde la religión, la humanidad evoluciona hacia la sabiduría, resplandeciente por el amor. Primero la sabiduría, luego el amor, después la sabiduría resplandeciendo a través del amor.

Ahora podemos preguntar: si la religión se fusiona con el conocimiento, si el hombre ya no recibe la religión según la forma antigua, es decir, si de acuerdo con su fe, se dirige a la sabiduría que guía la evolución ¿entonces el cristianismo tampoco existirá?. No habrá religión fundada en la mera fe. El cristianismo permanecerá; en sus orígenes era religión ¡pero el cristianismo es más grande que toda religión!. Esa es la sabiduría rosacruz. El principio religioso del cristianismo, tal como se originó, es más abarcador que el principio religioso de cualquier otra religión. Pero el cristianismo es aún más grande que el principio religioso en sí mismo. Cuando las capas exteriores de la fe caigan, brotarán en forma de sabiduría. Pueden despojarse por completo las envolturas de la fe y convertirse en sabiduría religiosa y la ciencia espiritual ayudará a preparar a los hombres para esto. Los hombres podrán vivir sin las antiguas formas de religión y fe, pero no podrán vivir sin el cristianismo, porque el cristianismo es más grande que toda religión. El cristianismo existe con el propósito de romper todas las formas de religión, y lo que llena a los hombres como cristianismo todavía existirá cuando las almas humanas hayan crecido más allá de toda mera vida religiosa.

 

Traducido por Gracia Muñoz en Enero de 2018.

4 comentarios el “GA102c6. La influencia de las Jerarquías Espirituales en el Ser Humano

  1. […] GA102c6. Berlín 24 de marzo de 1908 […]

  2. francescfotograf@yahoo.es dice:

    go esta mañana. Un saludo.

  3. Hugo Jaramillo Tobar dice:

    Muchas Gracias desde Quito Ecuador. Saludos Cordiales: Hugo

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