GA102c4. La influencia de los seres espirituales en el hombre

Rudolf Steiner — Berlín 29 de febrero de 1908

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Hoy trataremos un tema que está conectado con la vasta visión de gran alcance hacia el espacio cósmico en el que entramos en nuestra última conferencia. Vamos a profundizar más en la evolución espiritual que se encuentra dentro de la evolución espacial y material que estudiamos antes. En la última conferencia vimos cómo los seres espirituales guían esos poderosos procesos evolutivos que la ciencia física ordinaria nos describe de manera inexacta, pero la Teosofía o la ciencia espiritual lo hace con exactitud y con precisión.

Hemos visto cómo los planetas separados, los cuerpos separados de nuestro sistema cósmico, surgen de una sustancia original común, y hemos reconocido que los seres espirituales de diversos tipos están activos en toda esta evolución. También hemos señalado en conferencias anteriores cómo la Ciencia Espiritual no ve meramente objetos materiales físicos en los cuerpos de nuestro sistema cósmico, sino que vinculados con los seres físicos y materiales, están los seres espirituales de diversa gradación. Estos pueden ser seres del orden más exaltado que elevan la evolución, beneficiando así a todo el sistema, o pueden ser seres espirituales de un tipo inferior que obstaculizan y destruyen.

Sin embargo, debemos tener claro que lo que parece ser obstáculo y destrucción es a largo plazo un eslabón más en la sabiduría de todo el sistema. Se podría decir: Cuando algo aparentemente destructivo, retardatario y malo existe en cualquier parte, entonces la evolución en todo su curso va a ser tan sabiamente guiada que incluso el mal, la destrucción y el obstáculo se revertirán y se transformaran en bien. Hoy, sin embargo queremos generar un sentimiento vivo de la existencia de tales seres espirituales que pertenecen a los «seres creativos» considerando en primer lugar a los de un orden más elevado. Sin embargo el hombre antes de ascender a la categoría de un ser «creador» debe trabajar en la evolución durante mucho tiempo. Tendremos en cuenta, en particular, aquellos seres que participaron en la estructura de nuestro sistema cósmico cuando la Tierra comenzó su evolución en nuestro universo como los seres de Saturno.

La Tierra comenzó su evolución como Saturno y avanzo a través del Sol y la Luna  hasta su formación actual. Todo en ese cuerpo cósmico de Saturno, sin embargo, era bastante diferente a la naturaleza de nuestro planeta Tierra actual. En Saturno no había masas sólidas ni rocas, lo que llamamos el mundo mineral, ni tampoco había agua en el sentido moderno del término, ni siquiera  aire, lo que estaba presente en ese momento sólo podía ser comparado con el calor entre nuestros elementos de hoy en día, con el «fuego», como se dice en el ocultismo. No obtendremos una idea correcta si se cree que este fuego de Saturno se pareciera a una llama de gas o una vela. Para tener la concepción correcta deben recordar qué impulsos suben y bajan en el propio cuerpo; deben recordar la diferencia fundamental que existe entre una criatura inferior del mundo animal, que ha preservado ciertas etapas de la evolución, y el ser humano. Una criatura inferior tiene la calidez de su entorno. Un anfibio no tiene su propio calor interno; tiene la calidez de su entorno. Es tan frío o tan cálido como su entorno. El hombre tiene su propia calidez interna y estable como de hecho debe tener. Su organismo debe asegurarse de que, cuando hace frío fuera, pueda mantener su calor a cierta temperatura, y ustedes saben que cuando perturbaciones tales como la fiebre, etc. entran en este calor, también se altera la salud de todo el cuerpo. El punto es que el hombre tiene un grado interno de calor y que hay que pensar en una fuerza subyacente que lo crea. Esta fuerza no es liquida, ni solida ni gaseosa, es un elemento por sí mismo, y solamente este elemento estaba presente en el antiguo Saturno, la primera encarnación de la Tierra. Si paseáramos en ese momento en el espacio universal—naturalmente, esto es una fantasía, que nos ayudara a formarnos una idea de la condición saturnina— no se habría visto Saturno, en su primera etapa pues no transmitía ninguna luz en absoluto. Para arrojar luz un cuerpo cósmico primero debe convertirse en un sol, o estar unido con un sol y por lo tanto volverse luminoso. Si se acercaran al antiguo Saturno, habrían notado en su vecindario que había calor, pensarían que había un espacio lleno de calor, que entrarían en un espacio como un horno. La existencia del antiguo Saturno se habría realizado solamente a través de esta fuerza de calidez. Era una sustancia material enrarecida de la cual el hombre moderno apenas puede formarse una idea correcta —y menos que nadie un físico culto— pero estaba presente, una condición más fina que el gas, más fina que el aire, y todo lo que existía del hombre en ese momento, a saber, los primeros rudimentos del cuerpo físico, consistía en esta sustancia. Si pudieran eliminar todo lo que existe hoy en día, excepto el calor de la sangre, entonces tendríamos una idea de los primeros rudimentos del ser humano. Eso, sin embargo, no se puede hacer, ya que uno no puede vivir así. Hoy con nuestro reino mineral, reino fluido, etc., no podemos vivir como el ser humano vivió en el antiguo Saturno. En ese momento uno podría hacerlo. Pero hoy deben pensar todo lo que tienen de jugos, tejidos, partes sólidas, incluso el aire que toman como oxígeno. Deben concebir única y exclusivamente lo que queda por encima —naturalmente en una forma bastante diferente— a saber, la calidez contenida en la sangre: ¡un cuerpo físico que solo consiste en calor! Es una idea horrible para un científico natural moderno, pero, por lo tanto, es tanto más correcta como real.

Tal era el germen rudimentario del hombre: su cuerpo físico. Todos los otros seres que hoy están en la Tierra, animales, plantas y minerales, no existían en Saturno. Saturno en ese momento consistía únicamente en gérmenes humanos que estaban agrupados como las pequeñas bayas que forman una zarzamora. De esta forma, el globo de Saturno era una gran baya compuesta únicamente de pequeñas bayas que eran los seres humanos. Si tuviéramos que examinar algo del entorno de Saturno como examinamos los alrededores de nuestra Tierra y encontramos un manto de aire en el que hay estructuras de niebla, nubes, etc., no encontraríamos nada de naturaleza material. Solo encontraríamos en el manto de Saturno sustancia espiritual, seres espirituales, en un nivel mucho más alto que el hombre en sus primeros rudimentos.

Ahora vamos a ocuparnos de un orden definido de seres que estaban vinculados con la existencia de Saturno. Allí encontramos los Espíritus de la Voluntad, a continuación, los Espíritus de la Sabiduría, Espíritus del Movimiento, de la Forma, de la Personalidad, y así sucesivamente. Hoy vamos a centrar nuestra atención en especial a los Espíritus de la Forma por la razón de que han jugado un importante papel en el comienzo de nuestra evolución. De todos los rangos de seres espirituales que estuvieron presentes en la atmósfera y el ambiente de Saturno, por lo tanto, seleccionaremos los Espíritus de la Forma y dejaremos en claro que están pasado por una evolución hasta el día de hoy, así como todos los seres pasan por una evolución. Así como el hombre recibió su cuerpo etérico en el Sol, su cuerpo astral en la Luna, su Yo en la Tierra y se ha vuelto más y más perfecto, así los Espíritus de la Forma también pasan por una evolución.

Estos Espíritus de la Forma no tenían cuerpo físico en Saturno, su miembro más denso era el cuerpo etérico, que se puede comparar con el cuerpo etérico del hombre, por lo que tendríamos que dejar de pensar completamente en un cuerpo físico en los Espíritus de la Forma, y ​​pensar en el miembro más bajo de su ser como el cuerpo etérico. A continuación, estos seres tenían un cuerpo astral, un Yo, el Yo espiritual o Manas, el Espíritu de la vida o Budhi, el Hombre Espíritu o Atma y un octavo miembro que es una etapa más elevada de lo que el hombre puede alcanzar en el curso de su evolución en la Tierra. Por lo tanto, estos Espíritus de la Forma actúan desde el exterior en Saturno a través de su cuerpo etérico así como el hombre en la Tierra trabaja externamente a través de su cuerpo físico. No poseen manos con las cuales puedan trabajar, no tienen pies con los que puedan caminar, ya que estos son miembros del cuerpo físico. Pero su cuerpo etérico se manifestaba de tal manera que continuamente irradiaba jugos de vida fructificando el manto atmosférico de Saturno, que era de una materia muy rarificada. Podemos imaginar a Saturno tal como lo hemos descrito, y desde el entorno —continuamente y por todos lados— fructificando gotas de vida que caían como lluvia desde los cuerpos etéricos de los Espíritus de la Forma. La naturaleza de Saturno era tal que no retenía esta vida fertilizada, sino que la  reflejaba como un espejo.

De esta manera surgieron las imágenes especulares de Saturno de las que he hablado en conferencias anteriores, pero ahora con más detalle. Pueden imaginarse la calidez de la sustancia de Saturno que recibe perpetuamente la irradiación del cuerpo etérico de los Espíritus de la Forma y los vuelve a reflejar. Podemos formarnos una imagen aproximada de ello, si recordamos cómo la lluvia gotea desde las nubes hacia la Tierra, se acumula en la misma elevándose de nuevo como vapores neblinosos. Sin embargo, no debemos imaginar que esto tenga un intervalo de tiempo, imaginemos que es un proceso continuo; el rango de exuberantes savias de vida fluyendo y reflejándose, de modo que los cuerpos físicos rudimentarios aparecen como imágenes especulares. En realidad, consisten en imágenes espejo. Pueden formarse una idea de lo que estaba presente en Saturno como el germen físico del hombre, si se imaginan a una persona enfrente y la miran a los ojos; envían su luz a los ojos del otro, y su imagen vuelve saliendo de los otros ojos. Lo mismo ocurría con los Espíritus de la Forma en el ambiente del antiguo Saturno. Ellos enviaban sus gotas de agua que vivificaban las cálidas masas de Saturno y su propia forma, su semejanza, se reflejaba; esta semejanza de espejo fueron los primeros rudimentos del cuerpo físico humano. El hombre era así, incluso en el antiguo Saturno, en el sentido más literal, una semejanza de su Deidad.

Si continuamos hacia el Sol que surgió del antiguo Saturno, el avance se hizo a través del hecho de que los Espíritus de la Forma ya no necesitaban un cuerpo etérico o de vida; ellos abandonaron el cuerpo etérico. Ya no irradian la savia vivificante, renuncian a su cuerpo etérico y de esta manera los primeros gérmenes físicos del hombre fueron impregnados con un cuerpo etérico. El cuerpo etérico que los seres humanos recibieron en el Sol se formó, para empezar, del cuerpo etérico de los Espíritus de la Forma, de una porción del cuerpo etérico de los Espíritus de la Forma. Estos seres celestiales se reflejaron en el cálido Saturno, y a través del hecho de que hicieron un sacrificio y crearon imágenes, gradualmente se volvieron más independientes y capaces de mayores acciones, es decir, dejar a un lado su cuerpo etérico en sacrificio y penetrar con su propia fuerza vital lo que primero formaron como imagen. Si pudieran dotar de vida al reflejo que irradia del ojo de tu prójimo, hacerlo independiente, para que tuviese vida propia y saliera del ojo, entonces tendrían la obra que los Espíritus de la Forma lograron en la transición del antiguo Saturno al Sol. Este fue un avance significativo para nuestra evolución cósmica.

Ustedes saben, por supuesto —solo lo mencionaré aquí— que todas las sagas y mitos tienen un significado múltiple, y cuando consideramos los verdaderos hechos de la evolución del mundo en un sentido espiritual, entonces los mitos, de una manera sorprendente revelan su verdad. Este puede ser el caso aquí.

Veamos el avance que tuvo lugar desde Saturno hasta el Sol. En el antiguo Saturno entraron las fuerzas vivificadoras, fueron reflejadas y retomadas por el manto, por la atmósfera de Saturno. En el antiguo mito griego, el cálido globo de Saturno se llamaba Gea y la atmósfera Cronos. Ahora consideren el mito: las fuerzas vivificadoras de Cronos radiaban continuamente sobre Gea, donde fueron reflejadas y absorbidas. ¡Cronos continuamente se traga a sus propios hijos! Uno debe sentir la verdad de tal mito; si no se siente, uno no tendrá la actitud correcta para ello. Por solo considerar lo que significa: en las edades primitivas de la antigua Grecia encontramos un mito que nos presenta esta verdad en una imagen maravillosa. Solo hay una explicación posible de tal hecho, es decir, los individuos más avanzados de la Humanidad, que guiaron el desarrollo posterior del hombre desde los centros de Misterios, tenían exactamente el mismo conocimiento de la evolución mundial que hoy presentamos en la Teosofía. En los Antiguos Misterios ellos hablaron de estas cosas que hablamos hoy; para las masas las verdades fueron veladas en imágenes y estas imágenes forman lo que hoy conocemos como Mitología. Ante tal conocimiento, cuán extraordinarias parecen esas personas que creen que los hombres han descubierto la verdad solo en los últimos cuarenta años y que todo el conocimiento poseído por los hombres de tiempos anteriores es solo una fantasía infantil. Sin embargo, uno debe describir como una fantasía infantil cuando se enfatiza una y otra vez: «¡Qué maravillosamente avanzados estamos hoy!» ¡Esa si es la imagen realmente infantil!

Así que avanzamos de Saturno a Sol y vamos a seguir considerando la evolución de los Espíritus de la Forma. Han dejado de lado su cuerpo etérico, lo «exudaron» de sí mismos y lo impartieron al cuerpo de la Tierra, en la medida en que los cuerpos humanos se han impregnado de él. Como el miembro más bajo de su ser, ahora tienen el cuerpo astral y su mayor desarrollo que significa que tienen no solo un miembro por encima del Hombre Espíritu o Atma, sino otro más. Ahora debemos describir su ser como compuesto de cuerpo astral, yo, yo espiritual, espíritu de vida, hombre espíritu, un octavo y un noveno miembro que están más allá de lo que el hombre puede alcanzar en su desarrollo completo de siete miembros. ¿Qué presentan los Espíritus de la Forma como un «afuera»?

Los Espíritus de la Forma «gotearon», por así decirlo, la lluvia de vida sobre Saturno. En el Sol se manifiestan a través de instintos, deseos y pasiones que surcan el Sol, a través de todo lo que está anclado en el cuerpo astral. Si alguien se hubiera sentado allí y hubiera mirado hacia el espacio cósmico, no habría visto un relámpago ni escuchado un trueno, pero a su alrededor en la luz astral habría percibido las pasiones de los seres espirituales: en todas partes, a su alrededor, pasiones y no deben imaginar para nada pasiones inferiores. Estas pasiones y emociones trabajaban ahora creativamente en el planeta desde afuera. Si consideramos los mitos otra vez, vemos a los creativos Titanes dentro de nuestra evolución terrenal, las pasiones creativas que trabajaban desde fuera, desde los aéreos círculos espirituales del Sol cuando este era un planeta.

Ahora avancemos hacia la Antigua Luna: el Antiguo Sol se metamorfosea en la Antigua Luna. En el curso de la evolución, esto significa que los Espíritus de la Forma ahora también dejan de lado su cuerpo astral y que su miembro más bajo es el yo. Para describir su naturaleza debemos decir: así como el ser humano tiene el cuerpo físico como el miembro más bajo, así estos Espíritus de la Forma en el ambiente de la Luna tienen al yo como el miembro más bajo, entonces tienen yo espiritual, espíritu de vida, hombre espíritu, un octavo, noveno y un décimo miembro. Por lo tanto, enviaron previamente su yo al mundo exterior. Es muy notable, pero lo es: presentan «yoes» puros externos, egos puros; simplemente mostraron yoes puros al mundo exterior. Toda la actividad en el entorno de la Luna era como si uno se encontrara con seres que revelaran todo su carácter e individualidad, y esto era desde la atmósfera de la Luna hacia adentro.

Imagínense que todos los Yoes que están aquí en sus cuerpos físicos quedaran repentinamente liberados también del cuerpo etérico y astral, imaginen sólo sus Yoes como el miembro más bajo, y que puede manifestarse a sí mismo a través del espacio. Piensen en ustedes en la Antigua Luna y sus Yoes fuera en el universo, pero de tal manera que estén incrustados en las sustancias espirituales, sólo los miembros más bajos de los Espíritus de la Forma trabajando en el aire, entonces tienen una imagen de cómo los Espíritus de la Forma se expresan como Yoes puros fuera en el espacio. Ellos han dado a los seres humanos el cuerpo astral, que todavía tenían en el Sol, de modo que el hombre de la Luna consta ahora de cuerpo físico, cuerpo etérico y el cuerpo astral.

Ahora vamos a imaginar al ser humano de Saturno que tiene los primeros rudimentos del cuerpo físico. Debemos visualizarlo flotando por encima de él los Espíritus de la Forma y que tienen un cuerpo etérico, cuerpo astral, yo, el yo espiritual, el espíritu de vida, el hombre espíritu…  hasta el octavo miembro. Ahora debemos pensar en la siguiente etapa. En el Sol el ser humano que tiene el cuerpo físico y el cuerpo etérico. El cuerpo etérico habia sido inculcado en el hombre por los Espíritus de la Forma, manteniendo su cuerpo astral, por lo que tenían su cuerpo astral, su yo, hasta el noveno miembro. A continuación, pasamos a la Luna.

Tenemos al hombre compuesto por los cuerpos físico, etérico y astral. El cuerpo astral ha sido sacrificado al hombre por los Espíritus de la Forma, quienes ahora tienen como miembro más bajo, el yo, el yo espiritual, y así sucesivamente, hasta el décimo miembro. Todo lo que llamamos ‘hombre’ ha fluido gradualmente del medio ambiente del planeta, ha sido ensamblado, por así decirlo, desde afuera. Todo lo que está dentro estuvo una vez afuera, ha entrado en el hombre desde fuera.

Sigamos ahora la evolución de la propia Tierra: en el principio el hombre tiene los rudimentos de su cuerpo físico, el etérico, y el cuerpo astral. Los Espíritus de la Forma vienen de la Luna. Su miembro más bajo es el yo o ego. Esto ahora también lo sacrifican y con ello fructifican al ser humano en su etapa rudimentaria, de modo que el yo, tal como aparece en la Tierra, es una fuerza fertilizadora que fluye de los Espíritus de la Forma, y estos seres tienen ahora el Yo Espiritual o Manas como su miembro más bajo.

Si deseamos describirlos debemos decir: sobre nosotros en la atmósfera de la Tierra gobiernan los Espíritus de la Forma, su miembro más bajo es el Yo Espiritual o Manas; en el viven y tejen, y han sacrificado lo que aún poseían en la Luna: el yo que trabaja por todos lados, ‘goteando’ y fertilizando al ser humano.

Ahora seguiremos el progreso del hombre en la Tierra misma. Allí se puede señalar el lugar donde el yo se infiltró en el hombre, pero hoy lo consideraremos de manera esquemática. El hombre recibe su yo que entra en contacto primero, por supuesto, con el cuerpo astral que lo rodea como una vaina áurica, allí fluye primero el yo, interpenetrando el cuerpo astral. Esto tiene lugar en lo que llamamos la Era Lemuriana, en la mitad de la evolución terrenal. En la Era Lemuriana, en el transcurso de largos períodos de tiempo, diferentes para cada ser humano, el yo se fue introduciendo en el cuerpo astral fructificándolo. Imaginemos a este ser humano en desarrollo.

El cuerpo físico en ese momento no consistía en carne y sangre como hoy en día; era una estructura bastante suave, incluso sin cartílago, y fue penetrado como por corrientes magnéticas. Después estaba el cuerpo etérico y luego el cuerpo astral que fue fructificado por el yo. Debemos imaginar esta fructificación algo así como una hendidura que ocurrió en el cuerpo astral, como una apertura vuelta adentro (ver figura al final). Esto fue de gran importancia y produjo un resultado importante; como consecuencia apareció la primera percepción tenue de un mundo exterior físico. En condiciones anteriores, el hombre no había percibido nada más que lo que vivía en él interiormente; estaba como herméticamente sellado hacia el exterior. Solo era consciente de sí mismo y de lo que ocurría internamente en él. Ahora, por primera vez, se le abrió la visión a un mundo exterior físico. Pero el hombre aún no era del todo independiente, mucho estaba todavía regulado en él por otros seres divinos con los que se mantenía conectado. No podía ver inmediatamente todo lo que estaba a su alrededor, como lo hacemos ahora; y como solo se abrió su cuerpo astral, solo percibió ese cuerpo. Era una clarividencia bastante tenue, y cuando en este antiguo tiempo primigenio el ser humano se movía sobre la Tierra, percibía si lo que estaba fuera de su cuerpo era simpático o antipático, benéfico o dañino. Percibía una imagen en color cuando se movía de un lado a otro, un rojo deslumbrante, por ejemplo, que surgió como una imagen de color áurico, ya que fue su cuerpo astral el primero en abrirse. Sabía que cuando aparecía una imagen roja había un ser en el vecindario que era peligroso para él. Si encontraba un color azul rojizo sabía que podía acercarse; así él tomaba su dirección de estas percepciones clarividentes tenues. Percibía solo los elementos anímicos, no podía percibir, por ejemplo, lo que está presente en las plantas de hoy. Percibía solo la naturaleza anímica de los otros seres humanos y de los animales, y también a las almas grupales. Ese fue la primera fertilización de yo.

El yo se fue desarrollando gradualmente y el elemento fructificador que entró en el cuerpo astral comenzó a impregnarlo más profundamente de modo que el yo estaba cada vez más presente en los sentimientos de gustos y aversiones. De acuerdo con como el yo se expandía de esta manera en el cuerpo astral, surgió lo que se ha llamado en el libro Teosofía el alma sensible. Es como si el yo fructificante extendiera sus fuerzas sobre todo el cuerpo astral, produciendo así el alma sensible. Aquí todavía tenemos que incorporar un hecho importante.

Ahora hemos visto un avance bastante normal de la evolución. Hemos visto cómo los Espíritus de la Forma en la Luna destellaban con su miembro más bajo, el yo, y cómo, cuando la Tierra surgió de la condición de la Antigua Luna, sacrificaron el yo fructificando al hombre con él. Ahora, sabemos que ciertos seres en la Luna se quedaron atrás, seres que no completaron su desarrollo. ¿Qué significa eso?  Significa que no habían avanzado hasta el punto donde podían dejar que su yo fluyera y fructificara al ser humano. Y que ellos no lo pudieron hacer. Ellos todavía estaban estancados en la antigua etapa lunar, cuando trabajaban con su yo en la atmósfera de la Tierra. Había seres rezagados alrededor del hombre que trabajaban en la Tierra como lo habían hecho los Espíritus de la Forma en la Luna. El hombre estaba rodeado en la atmósfera de la Tierra por seres-yoicos que aún no habían renunciado a sus yoes. Estos seres ahora se esforzaron por lograr en la Tierra lo que finalmente no pudieron conseguir en la Luna. El hombre estaba así expuesto a influencias que no estaban en el curso normal de la evolución. Estas influencias de los espíritus egóicos irradiaban en su cuerpo astral. Mientras que su cuerpo astral fue moldeado a través del yo de los Espíritus de la Forma, los espíritus egóicos, que no habían alcanzado la etapa de los Espíritus de la Forma, irradiaban sus fuerzas inferiores al mismo tiempo, más inferiores de lo que deberían haber entrado en la evolución normal. Estas fuerzas inferiores provocaron que el hombre se dividiera en una parte más alta y una parte más baja. Así, desde los Espíritus de la Forma, fue inculcado un yo con la propensión al altruismo, mientras que los espíritus egóicos rezagados inculcaron en el hombre el yo con propensiones hacia el egoísmo, el egotismo. Ese es el yo que aún no se liberará de los instintos, los deseos y las pasiones. Presionan en el cuerpo astral y lo interpenetran de modo que en el cuerpo astral del hombre hay una naturaleza doble: impulsos desinteresados que aspiran a elevarse más alto y esas pasiones que están imbuidas de egoísmo y han entrado en el hombre a través de las influencias de los espíritus del egoísmo y se han anclado en él.

Ahora vamos a considerar la evolución en sí misma. Hemos visto cómo el cuerpo astral ha estado completamente impregnado por la fuerza del yo entrante. La siguiente etapa es cuando el cuerpo etérico también es atrapado por esta fuerza, de modo que aquí también surge una especie de abertura hacia el mundo exterior. Para esbozar esto (Ver figura 2 al final) debemos poner en el medio un cuerpo físico, luego un cuerpo etérico que se rompe y se llena completamente con la fuerza del yo y luego el cuerpo astral que también está completamente lleno de esta fuerza. Entonces en el cuerpo etérico ahora tenemos una fuerza que desea expandirse; el cuerpo etérico se abre al mundo exterior.

Hemos llegado a la formación del hombre prácticamente en el primer y segundo tercio de la Era Atlante. Todavía existía una antigua clarividencia que ya no veía en la imagen a los beneficiosos y perjudiciales, a los simpáticos y antipáticos, sino que surgieron una especie de imágenes de sueños vivientes ante el hombre que duraron mucho tiempo. Porque el cuerpo etérico es el portador de la memoria y dado que estos seres humanos aún no tenían ninguna perturbación del cuerpo físico, tales imágenes provenientes del exterior se mantuvieron durante mucho tiempo. La memoria en ese momento era una fuerza sobresaliente del alma. Pueden leer en la Memoria Cósmica[1] qué era el hombre en ese momento con respecto a la memoria. Por supuesto, no había una observación completa del mundo exterior, sino una especie de clarividencia tenue. Esto era, sin embargo, más completa que la percepción a través del cuerpo astral. Hizo que todo surgiera en imágenes poderosas, definitivamente formadas, como un sueño, pero con una correspondencia con los objetos externos, mientras que anteriormente las imágenes solo servían para guiar al hombre a tomar su dirección.

Ahora avanzamos al último tercio del tiempo Atlante. Y el cuerpo físico también se ve atrapado por la fuerza del yo (Ver figura 3 al final). Los rudimentos de una indentación surgen en el cuerpo físico, se sangra y alrededor de él tenemos los cuerpos etérico y astral. Simplemente nos imaginaremos el todo esquemáticamente ahora; en el curso de las conferencias sucesivas, conoceremos las realidades. De alguna manera, sin embargo, tal tipo de sangría había aparecido, el cuerpo físico tomó el yo en sí mismo. El punto donde se tomó el yo se encuentra entre las cejas, como he explicado a menudo. La apertura que se produce a través de la penetración del yo en el cuerpo físico se debe considerar particularmente como la apertura de los sentidos físicos. El yo presiona a través del ojo, a través de la audición, que no es meramente una apertura, sino toda una serie de aperturas. Todo esto tiene lugar en el último tercio de los tiempos de la Atlántida y el cuerpo humano se fue transformando hasta lo que es hoy.

Llamamos al cuerpo etérico tal como se transformó al comienzo de la Era Atlante el alma racional o mental y al cuerpo físico transformado lo llamamos el alma consciente. Entonces, lo que se describe en mi Teosofía como la posición actual, lo hemos conseguido como consecuencia de la evolución. Ven aquí cómo las cosas ocurren gradualmente.

Después de que el cuerpo físico también se abre al exterior, el hombre por primera vez aprendió a conocer el mundo externo. Y ahora comienza la transformación consciente del cuerpo astral. Fue una transformación más o menos inconsciente antes de los comienzos del alma consciente. Para visualizar esta condición, debemos pensar esquemáticamente de esta manera: el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico se abrieron, y a través del hecho de que el hombre entra en conexión con el mundo exterior, él forma en sí mismo un recinto. Esto representa todo lo que el yo desarrolla en su relación con el mundo exterior, todo lo que el yo «aprende» a través de contactos externos. Ahora imaginen que todo lo que el yo desarrolla de esta manera se vuelve cada vez más grande, y que esta nueva estructura, que se ha desarrollado gradualmente, se establece aquí alrededor del cuerpo astral. Aunque todo esto es esquemático, corresponde al proceso real, y la nueva estructura se une con el cuerpo astral del hombre y en el curso de la evolución lo transforma en el Manas humano o yo espiritual. (ver Fig. 4 al final) El hombre está trabajando en esto hoy, cuando a través de lo que él requiere en su relación con el mundo externo está transformando su cuerpo astral en Manas o yo espiritual. Estamos en medio de este proceso en este momento.

Sin embargo, dado que los Espíritus de la Forma han renunciado a su yo, dejándolo caer en el hombre, estamos rodeados en todas partes por estos seres cuyo miembro más bajo es de naturaleza manásica, el yo espiritual. Si queremos buscar en nuestros alrededores estos Espíritus de la Forma, como su miembro más bajo, entonces lo encontramos en lo que nosotros mismos desarrollamos gradualmente como nuestro quinto miembro.

 Lo que desarrollamos como sabiduría humana por la cual debemos ser más sabios y juiciosos, deberíamos encontrarlo manifestado en nuestro entorno como el miembro más bajo de los Espíritus de la Forma. De hecho, a menudo hemos hablado de esto. Echemos una mirada a lo que nos rodea, a lo que han hecho los seres más exaltados que nos rodean y en el que no hemos participado. Echemos una mirada a lo que he mencionado a menudo, una parte del muslo, en la que el trabajo de enrejado que va de un lado a otro se combina con un andamiaje tan maravilloso que debemos confesar: aquí con la cantidad mínima de material, se logra la fuerza máxima! Vemos secretada en esta estructura lo que el hombre aprenderá gradualmente —aunque es imposible hoy— cómo construir andamios de puentes a través de su arte de ingeniería que estará tan sabiamente construido como los huesos del muslo que llevan la parte superior del cuerpo humano como pilares. Todo el cuerpo humano está así sabiamente arreglado, es una expresión de sabiduría y cuando salimos a la Naturaleza encontramos esta misma sabiduría en todas partes. Vayamos, por ejemplo, a las presas que hacen los castores. Vemos cómo los castores se juntan en ciertas épocas del año cuando el agua ha adquirido una mayor caída, para construir una presa en el agua en un ángulo definido que aguantará el agua y producirá una nueva caída. En todas partes de nuestro entorno, encontramos todo impregnado de sabiduría, ya que estaremos impregnados de ella cuando hayamos desarrollado Manas en toda su extensión. La sabiduría con la que nos encontramos en todas partes pertenece a los Espíritus de la Forma. Como el cuerpo físico es nuestro miembro más bajo, así es la sabiduría que encontramos a nuestro alrededor el miembro más bajo de los Espíritus de la Forma, entonces ellos tienen Budhi, Atma, donde tenemos nuestros cuerpos etérico y astral y luego ellos tienen el octavo, noveno, décimo y undécimo miembros. Tenemos que ver aquí, como veis, con seres altamente exaltados a quienes miramos hacia arriba; y cuando vemos la sabiduría en nuestro entorno, vemos solo al miembro más bajo de estos seres exaltados. En comparación con estos seres, somos como una criatura, un ser inferior, que se arrastra por el hombre y solo ve el exterior de su cuerpo físico. Nos arrastramos por la Tierra y vemos la sabiduría, que para los Espíritus de la Forma es lo que el cuerpo físico es para nosotros. Tal ser es un «espíritu creativo» con respecto al hombre, ya que este espíritu creativo le ha inculcado su yo.

Precisamente cuando nos elevemos a Manas, así en el curso posterior de la evolución algún día adquiriremos el espíritu de vida, Budhi, mediante la transformación de nuestro cuerpo etérico.

En nuestro entorno tenemos Manas o yo espiritual como la sabiduría impregnando en el mundo. Ese es el miembro más bajo de los Espíritus de la Forma, pero también hay otros seres vinculados con la Tierra cuyo miembro más bajo no es nuestro quinto, Manas, sino nuestro sexto, es decir, el espíritu de vida o Budhi. A nuestro alrededor está la atmósfera para los seres cuyo miembro más bajo —como miembro de seres superiores— es equivalente a nuestro espíritu de vida. Y tan exactamente como al principio de la evolución terrenal, una acción externa inculcó el yo en el hombre, así en un determinado momento del tiempo llegó la primera impresión e influencia de los seres que poco a poco infunden toda la fuerza de Budhi. Dos mil años después del tiempo en el antiguo pasado canoso cuando se derramó el yo, todavía no había mucho que ver de tales yoes en los cuerpos humanos. Todo surgió gradualmente, solo en el transcurso de muchos milenios el yo alcanzó la plena manifestación. Uno nunca debe imaginar que la inculcación del yo fue un evento del que alguien podría decir: «No sucedió nada especial; ¡No lo reconozco, es simplemente un evento como han ocurrido otros antes!». Si alguna persona particularmente «iluminada» hubiera vivido en la tierra 2000 años después de la inculcación del yo, y quizás hubiera representado el materialismo de la época, hubieran dicho: «Oh, hay algunos entre nosotros que mantienen una fuerza especial que ha descendido del cielo y ha llevado a toda la humanidad hacia adelante. ¡Pero ese es un dualismo del peor tipo, como Monistas debemos explicar que eso es algo que ya estaba allí hace mucho tiempo!». Estas cosas aparecieron lenta y gradualmente.

Del mismo modo que al comienzo de la Era Lemuriana se dio un poderoso impulso hacia delante a través del influjo del yo, que más tarde hizo posible el desarrollo del yo espiritual o Manas, aun así ha habido un evento de importancia fundamental a través del cual el hombre será capaz con todo su ser de desarrollar no solo Manas, sino también el espíritu de vida o Budhi. Y este evento es el Evento del Gólgota. ¡Este evento es la aparición de Cristo en la Tierra! Es posible que algunas personas lo nieguen hoy, pero este evento fue una fuerza que salió del medio ambiente tanto como la otra. Por lo tanto, vemos que captamos la evolución del mundo desde su aspecto espiritual cuando miramos hacia las profundidades del mundo. Poco a poco, aprendemos a no mirar meramente a una existencia material, pues descubriremos, dondequiera que miremos en el espacio cósmico, a los seres espirituales y sus obras. A través de lo que llamamos Teosofía, aprenderemos a conocer estas acciones, vivimos, tejemos y tenemos nuestro ser dentro de los seres espirituales y sus obras.

En nuestra próxima conferencia profundizaremos más en el organismo humano e indicaremos cómo ha tenido lugar el desarrollo, después de haberlo tratado de forma más esquemática.

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Traducido por Gracia Muñoz

[1] Véase: Rudolf Steiner, Memoria Cósmica

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2 comentarios el “GA102c4. La influencia de los seres espirituales en el hombre

  1. […] GA102c4. Berlín 29 de febrero de 1908 […]

  2. Hugo Jaramillo Tobar dice:

    Muchas Gracias . Saludos.

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